Capítulo XXXV

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Armhen volaba a tres metros sobre mi cabeza, dirigiéndome hacia los muros del castillo. La única forma de atravesarlos sin que nadie me viera era si usaba la fuente, hasta que el ave me guío hacia una parte, en dónde unos grandes arbustos con forma de animales, ocultaban una sombra.

El corazón no había dejado de retumbar en mi pecho desde que leí su última nota, y fue aún peor cuando lo percibí entre penumbras, oculto en mi hogar.

¿Había estado tan cerca de mi todo este tiempo?

Armhen se posó en una rama gruesa del árbol, dando por terminada su misión de orientarme hacia su amo.

Utilice la fuente, solo para asegurarme de que nadie alrededor se había percatado antes de su invasión o de mi huída, pero las mentes de los soldados vigilantes estaban ocupadas en sus propios asuntos.

-¿No habías abandonado Valheu junto con tu galeno?- pregunté en un susurro, temiendo alertar a quienes nos rodeaban, que a pesar de estar lejos, podían usar la fuente para agudizar sus oídos.

-Tambien es un placer volver a verte- respondió en el mismo tono de voz. –O por lo menos, todo lo que puedo verte. Las noches en Valheu son muy oscuras.

Apreté los labios, sin saber si aquello era un insulto o no.

-¿Cómo se supone que son en Galicia? ¿El sol toma el lugar de la luna?

Lo escuché reírse por lo bajo, lo que ocasionó que mi enojo aumentara. ¿Criticaba mi reino y ahora se burlaba de mi?

-Después te llevaré, por el momento solo quiero enseñarte algo.

Dió un paso hacia mi, extendiendo su mano hacia la mía pero me retiré rápidamente, asustada por la dirección que estaba tomando está furtiva reunión.

-Puedo caminar por mi misma- respondí sin poder ocultar el escándalo en mi tono de voz.

Si cualquier persona me veía tomada de la mano de él, las apariencias podían dar una imagen totalmente errónea, así que pretendía mantener toda la diplomacia posible con el en caso de que alguien nos tomara por sorpresa.

-Es usted muy capaz, su Majestad, pero solo quería ayudarla a atravesar el muro.

Miré la dirección de su mano, hacía la valla de piedra que mantenía al castillo a salvo si es que alguna amenaza atravesaba el primer muro. Si pudiera usar la fuente sería tan fácil simplemente aparecer del otro lado, pero no podía revelar el secreto de mi nación, mucho menos hacia alguien como él.

Debía estar totalmente loca, tal como mi madre y Cálfen acusaban, porque después de varios titubeos, le tendí mi mano.

Sonrió, divertido por mi cautela y envolvió sus dedos entre los míos. La respiración se me quedó trabada en la garganta ante la sensación de nuestras manos juntas. Podía sentir el roce áspero de su palma contra la mía pero el efecto resultaba muy agradable. Utilicé mínimamente la fuente para aclarar mi visión y poder observar a detalle la extraña imagen frente a mi.

Era algo verdaderamente insólito que una valheumita, ya ni hablar de la misma reina, sostuviese la mano de un galeno.

A pesar de las relaciones que teníamos con otros países, estaba prohibido que uno de mis ciudadanos se casará por un extranjero para mantener el secreto de nuestra nación intacto.

Así que, aunque no portarse la corona, de todas maneras no podría llegar a nada más con él.

El caso de Myrill era realmente único, dado que su matrimonio con Shadyc sería beneficioso para el país, así que se había pasado por alto.

-No quiero apresurar su inspección, pero cuanto antes podamos salir, mejor.

Alcé el rostro hacia él, dándome cuenta que se había percatado de mi estudio hacia un simple toque. Sentí que las mejillas me ardían y dejé de usar la fuente para no tener que ver esa expresión en su rostro.

Ahora, guiada por su mano, me condujo detrás de los grandes arbustos hasta que llegamos a un lugar donde había una parte fragmentada, era lo bastante grande como para que alguien pudiera atravesarlo. No estaba al tanto de cuan deterioradas estaban las construcciones del reino. Guardé esa información en mi mente para tratar con Cálfen aquello más tarde.

Sin soltarme, se puso de lado para cruzar la fisura y salir del otro lado.

-Tenga cuidado, su Majestad.

Asentí a pesar de que no podía verme e imité sus movimientos para atravesar el muro.

Cuando estuve fuera del castillo, respiré el aire nocturno, el cual era un poco frío tomando en cuenta que estábamos aún en verano. Me abstuve de frotar mis brazos para no alertarlo de mi condición. Los vestidos de la servidumbre no eran muy cálidos dado que estaban mayormente dentro del castillo, el cual proporcionaba suficiente calor.

Estaba a punto de soltarme de su mano cuando noté a un caballo de gran tamaño, esperando. Su pelaje era de un cobrizo que se inclinaba más hacia el rojo. Pero lo más sorprendente era que no parecía del todo normal, lucia más tosco...más salvaje, si es que eso tenía algún sentido. No había caballo como esos en Valheu, por lo que intuí que lo había traído desde Galicia. Debía llevarle por lo menos cuatro días llegar desde su tierra hasta la mía. Sin embargo, me había escrito su nota esta misma mañana.

En lugar de formular las preguntas de mi mente, señalé hacia el gran animal, aprovechando el gesto para quitar mi mano de la suya.

-Va a alertar a todos mis soldados si lo montamos.

El galope de un caballo normal haría suficiente ruido en medio de la quietud nocturna, y dado que esa bestia era el doble de uno normal, su sonido sería más estruendoso.

-No se preocupe, es muy silenciosa.

Volvió a agarrar mi mano y me condujo hasta su animal, palpando suavemente su cuello. La, aparentemente yegua, giró la cabeza hacia el, casi con reverencia. Después de acariciarla con la mano contraría con la que me agarraba, regresó la vista hacia mi.

-Sin embargo, voy a tener que pedirle que cierre los ojos.

-¿Pretendes que te ceda el completo control y te siga a ciegas?- cuestioné esperando que se diera cuenta de la incoherencia de su solicitud. Sin embargo, solo volvió a sonreír. Me molestaba que siempre hiciera eso en mi presencia. Sentía que se estaba burlando a costa mía.

-Esta a salvo conmigo, Majestad- aseguró jalando mi mano para que diera unos pasos más cerca de él. –Usted confía en mí guía y yo confiaré en que mantendrá los ojos cerrados.

Desvíe la mirada de la suya cuando un nudo de nervios se instaló en mi estómago. Era una sensación muy extraña, como si quisiera reír y gritar al mismo tiempo, pero nada salía de mi boca.

Pensé en las palabras de Anila. Esrrian no iba a matarme, y más allá de eso, me haría disfrutar este encuentro. Así que terminé accediendo a su petición. Antes de que pudiera arrepentirme, me tomó de la cintura, alzándome hasta que monte a su yegua. El animal ni siquiera se inmutó bajo mi peso. Posteriormente trepó, sentándose justo detrás de mi. Solo hasta que sentí la amplitud de su pecho presionando contra mi espalda, me di cuenta que el tamaño de su yegua era equivalente al de él.

-Ahora cierra los ojos- susurró demasiado cerca para mi gusto, haciendo que la piel de mi cuello hormigueara.

Muy lentamente, fui bajando mis párpados, entregándole así mi confianza al hijo del emperador Hafiz.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora