Capítulo XLVIII

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-Sabemos que estás despierta- dijo una voz cercana, haciendo que me rindiera de seguir fingiendo que dormía.

Suspiré en derrota y me enderece, empujando mi cuerpo con las manos para sentarme en la cama que dormía. Di un respingo cuando observé a un hombre sentado a mi lado.

-Toma, es medicina- extendió una taza de porcelana hacia mí.

Pasé la vista por el resto de la habitación, notando a las mismas personas que habían ayudado a sacarme de las mazmorras de Hafiz. Me detuve cuando mis ojos se toparon con los de Esrrian, que vigilaba cada uno de mis movimientos y regresé la vista a la taza humeante, mirándola con desconfianza.

-Oh, vamos. No tiene nada, mira- acercó la taza a sus labios y bebió un sorbo antes de volver a tendermela.

-Con tus babas menos va a beberla- comentó la primera voz, perteneciente a una joven mujer. Su rostro se veía como el de una puberta, pero su complexión era robusta, incluso más alta y musculosa que Elise, quién me sacaba diez centímetros de altura.

-Joly- murmuró un hombre de mediana edad, sentado frente a la ventana, mirando ceñudo a la joven.

A pesar de que algunas canas tintaban su cabellera y barba, aún se veía como si pudiese acabar con un ejército completo. Sin embargo, Joly lo ignoró como si su autoridad no tuviese fundamento.

-Te daré otra- el hombre a mi lado tiró el contenido de la taza sobre una planta en la mesa de noche y volvió a llenarla con un jarrón lleno de inscripciones extrañas.

Antes de que pudiese negarme a tomar cualquier cosa que me diesen, Esrrian le quitó la taza de las manos.

-Déjame a mi.

Le dio un sorbo a la taza y después tomó mi mano, obligándome a sostenerla.

-Como si tus babas fueran mejor que las de Traroh- río la joven. Pero no quería tentar esa mirada curiosa clavada en mi, así que no me quedó más remedio que beber el líquido amargo. –Al parecer si.

Arrugé el rostro por su sabor, queriendo escupirlo, pero sería algo vergonzoso, así que lo tragué rápidamente esperando que así no persistiera la amargura en mi boca.

Apoye la taza en mi regazo, dándome cuenta de las prendas que vestía. Mi armadura se había ido y en su lugar estaba un delicado vestido rojizo.

-¿Qué estoy vistiendo?- pregunté pasando la mano por los intrincados nudos que ataban la tela alrededor de mi cuello.

-Ropa de dormir- respondió Joly de forma obvia. Alcé las cejas hacia Esrrian, esperando una explicación, pero la pequeña, si es que se le podía llamar así, volvió a hablar. –Karif y yo te vestimos- dijo golpeando amistosamente el brazo de la otra mujer, quién se veía aún más grande. –Ella te cargó como una muñeca de trapo y yo te puse el vestido.

-¿Se supone que eso me haga sentir mejor?- dije de forma ofensiva, molesta por toda esta incómoda situación. Estar en una habitación con un montón de extraños y un completo traidor no era algo agradable.

-Sé dice gracias- siseó la joven cruzándose de brazos.

-¿Ya vas a decirnos quién es ella?- preguntó uno de los hombres que estaban rodeando la puerta, como si me estuvieran aprisionando, reconocí de inmediato a Rairoo.

-¿En que es relevante?- respondió Esrrian sin apartar la vista de mi, lo que me hacía imposible quitarla de él.

-Arriesgamos nuestras vidas para salvarla- dijo el que estaba a su lado. Intente no reaccionar a su aspecto, pues si creía que la cicatriz de Esrrian era alarmante, el tenía una que atravesaba su ojo, cambiando la pupila de color. –Creo que nos hemos ganando el derecho de saber.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora