Capítulo XXXII

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Me encontraba sentada frente al peinador, Ecnir detrás de mi trenzaba mi cabello, preparándome para dormir. Hacia tan solo unos minutos que mi madre había abandonado mi habitación, nuevamente presionandome para echar a Elise, solo que esta vez había traído consigo a Cálfen, esperando que su presencia sirviera para que actuará con rapidez.

Había sido buena dando evasivas durante toda su visita, hasta que finalmente me dejaron, sabiendo que no iba a ceder tan fácil.

Miré a los ojos a Ecnir notando que ella también me miraba. De alguna manera había deducido que volvería a abandonar el castillo sin vigilancia. Cuando terminó con mi cabello, me ayudó a quitarme el ostentoso vestido que había usado durante el día y en lugar de llevarme al cuarto de baño, ella comenzó a sacarse el suyo para dármelo.

-Después de esto puedes pedirme cualquier cosa- dije cuando me ayudó a vestirme con sus prendas.

-Solo vuelva con bien, Majestad- susurró terminando de abrochar los botones en la espalda. Alisé la tela violeta, y brotó un aroma floral. Debía de haberselo puesto recientemente solo para ofrecérmelo. –No soy nadie para darle consejos, pero…

Estuve a punto de detener su lengua, pues lo último que quería era que incluso los sirvientes me diesen órdenes, pero permití que continuara porque se estaba volviendo realmente cercana a mi y no quería alejarla.

Además, si alguien la descubría ayudándome a escapar, sería condenada a la muerte. Estaba arriesgando todo por mi.

Esperaba que, ya que sabía la posibilidad de salir del castillo, ella pidiese que la llevase conmigo. Después de haber sido vendida por su familia, lo que más debería anhelar debería ser su libertad.

-Adelante- la animé a proseguir.

Sus labios temblaron con titubeo, pero eso no le impidió hablar.

-Solo quería recordarle la importancia de que sea usted quién porte la corona- habló por lo bajo, para que solo yo pudiese oírla. –El pueblo la quiere, Majestad. Su visión sobre mejorar nuestra situación ha servido para demostrar que es usted una excelente reina. Y estoy segura que va a lograrlo, así que, se lo ruego, tenga mucho cuidado. Si algo le llegase a pasar, Valheu no lo soportaría.

En mi mente, tracé la ruta de esa posibilidad. Si yo moría, sin haber dejado herederos, probablemente Almera y Elise peleasen con todos sus sucios recursos para que el Parlamento eligiera a una de ellas.

Ambas eran familiares directas del antiguo rey, y a pesar de que no eran herederas, los nobles podían hacer una excepción a causa de la desesperación del trono vacío.

A ninguna de las dos les importarían los clanes, solo se enfocarían en mantener contentos a los miembros de la nobleza, tal como había hecho mi padre durante todo su reinado.

Recordé las palabras de Anila. Probablemente estaba en un mayor peligro dentro del castillo que fuera de él.

Si no estuviera vestida ya con las prendas de la servidumbre, iría a la habitación de Elise para comprobar que se estuviera comportando, había estado muy ausente todos estos días. Me inquietaba no saber en qué invertía todo su tiempo.

-Sé cuidarme muy bien, no tienes de que preocuparte.

Además, esperaba que si estuviese en un inminente peligro, Anila me advirtiera.

Saqué la llave de un bolsillo oculto en mi vestido y abrí un cajón de mi cómoda con esta, sacando el papel con la dirección a la que me dirigiría.

Estaba a punto de transportarme cuando Ecnir me detuvo.

-Tengo un regalo para usted.

Se desabrochó una cadena tan delgada que pasaba desapercibida y me la tendió.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora