Observé a la fila de soldados frente a mi, hombres seleccionados por Cálfen para ocupar el lugar de Jasprit. Creí que él iba a decidir por sí mismo quién era el más apto para el puesto, pero me había dado la tarea de escoger yo misma.
Todos parecían copias exactas de un mismo modelo. No veía nada extraordinario en ellos físicamente, eran tal y como se esperaba que fuesen hombres de guerra. Altos, fornidos y con una mirada severa. Algunos llevaban más cicatrices que otros, pero eso no era relevante. Aquellas viejas heridas me podían indicar dos cosas, se habían enfrentado en numerosas peleas o bien, habían luchado torpemente y habían sido alcanzados por sus enemigos.
Sin quererlo, recordé la cicatriz que adornaba el cuello de Esrrian. Sin duda esas marcas eran algo típico en Galicia, pero me gustaría saber exactamente quién se la habría provocado. ¿La había obtenido cuando mató a sus hermanos o su cruel padre lo había reprendido con violencia dejando esa herida en su piel a modo de castigo?
Parpadeé, alejando esos pensamientos y concentrándome en los hombres frente a mi. Ya había leído sus extensos reportes y al igual que su fisico, eran idénticos entre sí.
Volví la vista a mis guardias que me rodeaban y pensé en una manera de evaluarlos.
-La persona a la que van a sustituir era la más fuerte entre mis soldados- anuncié. Tuve que detenerme un segundo para alejar la nostalgia. –Por lo que, deben ser capaces de derrotarlos.
Mi guardia entendió lo que quería decir y dieron un paso al frente, todos ellos desenvainando sus espadas. Los prospectos hicieron lo mismo, acercándose mutuamente para enfrentarse a mis combatientes.
Mientras la lucha se desarrollaba, caminé hacia Cálfen con impaciencia.
-Nada de heridas graves. El que quede en pie será el elegido.Palmee su hombro, pasándolo de largo.
-¿A donde vas?
-A dar un paseo.
Me alejé de la pequeña batalla, sin querer estar en parecencia de tanta brutalidad. Hace unos días habia estado tan cerca de dañar a mi hermana. La ira me había sobrepasado, así que desde ese momento evitaba alterarme con temor de no ser capaz de detenerme.
Si una reina no debía usar su fuente para reclamar sus peticiones, mucho menos debía usar su fuerza física.
Era la segunda vez que la maltrataba y me aterraba darme cuenta de que quizá no era tan diferente al emperador que tanto odiaba.
Tal vez el poder también me estaba volviendo altanera, al igual que el. Mientras Hafiz atemorizaba reinos enteros, yo hacía lo mismo con mi propia familia. ¿Qué tan lejos estaba de convertirme en alguien como él?
Había juzgado muy duramente a Elise. No sabía por todo lo que había tenido que pasar, y aún ahora seguía sufriendo. Si bien su manera de demostrarlo no era la más eficaz, aún así entendía la razón detrás de sus acciones.
No me pregunté lo que haría mi padre en mi situación. En su lugar pensé en mi abuelo, quién se había ganado la lealtad de la reía Iona. ¿Qué hubiera hecho él?
La única manera de saberlo era preguntándole a la persona que más parecía conocerlo. Tal ves debía de aceptar la invitación de la reina Iona y visitarla. Me vendría bien un cambio de panorama.
Dado que la Biblioteca Real se había incendiado y la pequeña Sacerdotisa se negaba a servirme, solo me quedaba consultar a la sabiduría adquirida a través de los años.
Capté una sombra en el pasto, dando vueltas alrededor de mi y cuando alcé la vista hacia el cielo observé un halcón de gran tamaño. Era un espécimen extraño, así que cuando se posó en un árbol cercano, lo seguí para mirarlo con detenimiento. Había visto halcones antes, pero solo en época de invierno, y ahora estábamos en verano.
Sus ojos oscuros daban la apariencia de brillar bajo los rayos del sol y estaban fijos en mi. Pasé la vista por su prominente pico hasta sus feroces garras, y noté algo amarrado a una de estas.
Me acerqué con cautela, sin querer asustar al animal, pero lució bastante tranquilo, casi como si esperara que quitase el objeto de él.
La rama estaba a mi altura, así que lo alcance con bastante facilidad. Lo miré a los ojos, preveyendo cualquier movimiento brusco de su parte, pero me permitió tomar el recipiente de metal que contenía un papel. Saqué la hoja y la desdoblé, mirando a mi alrededor para asegurarme de que nadie más estaba observando, para cerciorarme, entre en la mente de todos los que estaban a un kilómetro de mi, pero no había nadie más que Cálfen y los soldados.
Pasaron por mi mente miles de personas que podian ser el remitente de la nota, pero todos ellos fueron descartados cuando mis ojos cayeron en la firma al final del papel.
Príncipe heredero Esrrian de Galicia.
ESTÁS LEYENDO
CORONA DE VALHEU
FantasyHabía estado tan motivada a producir un cambio significativo durante mi soberanía, tan impactante que incluso sus beneficios perdurarán por generaciones, pero el tiempo que reinaba había sido muy corto y aunado a ello, muy problemático. Primero tuv...