Capítulo XXXI

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Nuevamente paseaba por los jardines de mi palacio, pensando profundamente. No sabía cómo había convencido a Anila de ayudarme, pero esperaba con todas mis fuerzas que sus visiones sobre muertes estuvieran equivocadas.

A pesar de su cambio de parecer, no accedió a mudarse conmigo, pues no quería apartar a Aruis de su familia y ella no quería alejarse de él.

Afortunadamente esta vez ese campesino no interrumpió nuestro encuentro, así que habíamos tenido una profunda charla acerca de su manera de proporcionarme apoyo.

Había aclarado que solo me advertiría cuando estuviera cometiendo errores graves, pues aún no poseía un excelente manejo de sus habilidades. Sin embargo, esperaba que con el tiempo, cuando por fin nada amenazara mi reino, ambas fuéramos mucho más fuertes y me concediera trabajar unidas.

Era muy ingenuo de mi parte creer que podría resolver todo, pero si no confiaba en mi misma, esa posibilidad ni siquiera existiría. Estaba decidida a poner todo de mí para que las cosas sucedieran tal como yo quería.

Cómo un acto involuntario, miré hacia el cielo entrecerrando los ojos por la luminosidad, pero no logré divisar nada atravesándolo. ¿Cuánto le estaba costando a Esrrian decidir que quería de mí?

Lo único fuera de las manos del príncipe heredero de la nación más grande era la corona de su padre. Si me pedía ayuda con eso, estaría haciendo justo lo que tenía planeado.

Detuve mi caminar abruptamente cuando Grouth apareció delante de mí con la respiración agitada. Fruncí el ceño molesta por su interrupción, había dado órdenes claras de no seguirme.

-No emergas delante de mí de esa manera- regañé e inmediatamente se postró en el suelo ante mi.

-Le ruego disculpe mi transgresión, Majestad. He venido por un mensaje urgente pero si usted lo…

-¿Qué mensaje?- lo corté a media oración. No había conocido a una persona más parlanchina que él, por lo que me mantenía apartada lo más que podía tomando en cuenta que ahora ocupaba la posición de mi guarda personal.

A pesar de su actitud exasperante, era muy bueno en su trabajo. Según Cálfen había derrotado a mis guardias en un periodo de tiempo muy corto de la mejor manera posible, pero su debilidad era el uso de su fuente. Debido a que estaba acostumbrado a pelear cuerpo a cuerpo, era muy torpe a la hora de acceder a sus habilidades.

-El príncipe Essrian de Galicia solicita una audiencia con su Majestad.

Mi corazón latió con nerviosismo y asentí asimilando la información. ¿Por qué no había mandado a Armhen para pedir su favor?

A pesar de haber mandado solo unos cuantos mensajes entre nosotros, me había acostumbrado a esa comunicación. Verlo parecía tan formal. Sería un recordatorio de nuestras posiciones que nos impedían interactuar más allá de la diplomacia.

-Que nadie use la fuente delante de él. Registrenlo y háganlo pasar a la sala de audiencias cuando yo llegue.

-Como ordene, su Majestad- se puso de pie, corriendo hacia el interior del palacio.

Inhalé hondo, conteniendo el aire unos segundos y después lo deje salir con lentitud. Mientras caminaba tranquilamente de regreso al castillo, repasé en mi mente los objetivos que quería cumplir.

Deshacer su compromiso con la princesa Daeva y casarla con Elise. Ayudarlo a llegar al trono y librarnos de la tiranía de su padre, el emperador Hafiz.

Pasé mi pulgar por los nudillos, tratando de calmarme. Cualquier cosa que Esrrian quería era sin duda algo grave.

Llegué a la sala de audiencias transportandome dentro y a través de la fuente, me comunique mentalmente con mis guardias para que lo hicieran pasar, ordenando que mantuvieran a todos lejos de nuestro encuentro.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora