Capítulo XLII

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Llegamos a Everuna en un parpadeo. Aún me sentía un poco en trance por descubrir lo que las bestias de Galicia podían hacer. Al igual que los valheumitas, ellos podían atravesar el espacio a su antojo. Me preguntaba si solo los animales podían hacerlo o ese don se extendía a sus ciudadanos, pero no me atrevía a preguntar. 

Bajamos de su yegua, dirigiéndonos al castillo donde los guardias tomaron la invitación del príncipe heredero y nos dejaron pasar a ambos. Estaba teniendo un deja vu cuando los reyes de Everuna se acercaron para darnos la bienvenida.

-¿Han llegado juntos?- preguntó la reina con un tono de voz inquisitivo, pero debajo de ello podía notar su molestia.

Rápidamente negué con la cabeza.

-Se ha vuelto una costumbre encontrarnos en la entrada de su palacio- palmee el hombro de Esrrian para que secundara mi engaño, pero se dedicó a mirar al frente, emitiendo su enfado. Quité la mano de él y alise mi vestido en un gesto nervioso.

¿Por qué se enojaba al mentir sobre nuestra llegada? A ninguno de los dos nos convenía que terceros se enterasen de nuestra relación, aunque ésta fuese meramente amistosa.

Si llegaba a oídos de su padre que confabulaba conmigo...ni siquiera quería imaginar lo que le haría, conociendo su despiadada naturaleza.
Y a mi me gustaba mantener mis planes para mí misma, pues de esta forma era más seguro que las personas no interviniesen.

¿Entonces por qué se molestaba al estarnos protegiendo?

-Ya veo- murmuró su padre, haciendo obvio que no creía mis palabras.

Su mujer sonrió, usando la misma expresión cuando Hafiz anunció que su hijo se había saltado la cena en la Asamblea de los Quince Reinos por un amorío.

-He estado tan ocupada con los preparativos que mi cabeza sigue pulsando- dijo llevándose una mano a la sien. –Y sin embargo, no recuerdo haberle enviado una invitación, Reina Asya.

Su acusación directa me dejó unos momentos sin palabras. Usualmente la aristocracia se expresaba de manera más elegante y disfrazaba sus comentarios hirientes con dulces palabras.

Era sorprendente que la reina ante mi me atacase de esa forma. Debía sentirse insegura de la relación que trataban de entablar con Galicia, sobre todo por la total falta de interés por parte del príncipe heredero.

Más allá de molestarme, me alegró que se enfrentara a mi, eso demostraba que me veía como alguien digno, de lo contrario habría pasado de mi.

Antes de que pudiese responder, un grito familiar se hizo oír por encima del ambiente festivo. De manera instintiva me aferre al antebrazo de Esrrian mientras intentaba encontrar la fuente de ese alarido por encima de todos los demás. Me tomó un tiempo finalmente encontrar a Myrill corriendo hacia mi.

-¡Reina Asya!- volvió a gritar y posteriormente se lanzó hacia mí en un abrazo, que si el príncipe no estuviese sosteniéndome, me habría mandado directo al suelo. Para ser alguien tan pequeña, era muy fuerte.

Ese comportamiento tan ruidoso atrajo la atención de los invitados hacia nosotras, creí que la reina iba a corregirla, pero cuando la miro, lo hizo con una expresión maternal, lo que me hizo pensar en mi propia madre y en cómo extrañaba la relación que habíamos tenido. Sin embargo, Myrill no permitió que volviera a sumergirme en la autocompasión, sino que alejó cualquier otro pensamiento de mi mente con su entusiasmo.

-Deben tener mucho que hablar. ¿Por qué no pasan a un lugar más privado?- después se volvió hacia Esrrian y le hizo una señal para que la siguiera. -Mi hija se encuentra por acá, debe sentirse muy ansioso por ver a su prometida.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora