-¿Está segura de esto, su Majestad?
Tomé la espada que me ofrecía mi escudero, haciendo caso omiso de sus palabras, y miré hacia la arena, donde seré contrincante con mi propia sangre por el trono, que desde hace tan solo unos meses atrás había heredado.
Mi hermana mayor esta lista, puedo ver en sus ojos cuánto desea matarme y finalmente, al retarme a un duelo, va a tener la oportunidad de hacerlo.
Me tomo mi tiempo en avanzar hasta el centro de la arena, pasando mi vista por las gradas, donde se congrega la nobleza que una vez estuvo de mi lado y ahora se han puesto en mi contra, creyendo que si permitían que una salvaje accediera al trono, ésta sería lo suficientemente estúpida para dejarse manipular por ellos.
Más allá de esos peinados elaborados y ropas costosas, con todas esas joyas que te dejan momentáneamente ciego cuando atrapan los rayos del sol, está la verdadera gente por la que hago esto. Ellos, que aunque mayoría, han vivido oprimidos por los nobles, condenados a trabajar para hacer rico a alguien más.
Al mirar esas caras asustadas por mi destino, les hice una promesa en silencio. No iba a permitir que usurparan mi lugar, yo pelearía, no por mi, sino por lo que podría hacer por ellos estando al mando de este reino.
No iba a darme por vencida solo porque una hija pérdida de mi padre vino a reclamar algo para lo que no estaba preparada.
Si él no hubiese muerto ya, probablemente ni ella ni yo hubiésemos tenido la corona, él había estado deseoso de ceder su puesto a mi ambicioso primo.
Había tenido mucha suerte de que ambos muriesen en aquel accidente. Y ahora volvería a tener suerte derrotando a mi hermana.
El noble Prigton gritó mi posición, la de ella y el porqué del enfrentamiento. Él era otra persona de la que debía deshacerme para tener rienda suelta de mi poder.
Poseer la corona no significaba nada si la nobleza estaba en tu contra. Así que borraría a todas esas personas y las sustituiría por nuevas, que estuvieran de acuerdo en cada una de mis decisiones.
-¿Estás segura de que quieres continuar?- le pregunté apenas dirigiéndole la mirada.
Daban lastima las ropas que vestía, pero se había negado a que le proporcionaran armadura para el enfrentamiento. Me había gritado que me derrotaría con nada más que con sus manos, pero logré convencerla de empuñar una espada. Sería de los más vergonzoso si la vencía sin un arma. Después de todo, no había honor en patear a alguien caído.
-¿Temes que todo eso no te sirva para nada?- señaló mi armadura con burla.
Estaba segura de mis habilidades, pero no quería tomar esto a la ligera habiendo tanto que perder.
-Pudiste tener una- le recordé.
-Calláte de una vez y pelea.
Tomé una respiración profunda, no para armarme de valor, sino para levantar mi ánimo. Si ella no hubiera orquestado todo esto, ahora mismo estaría tomando el té con la duquesa de la tierra sur, era de las pocas mujeres con influencia que verdaderamente me seguía. Incluso la consideraba una amiga.
Apreté los dedos en torno a mi espada y esperé a que atacará primero. No la había visto pelear más allá de las patadas y empujones que utilizó contra mis guardias. Quería ver qué tan hábil podía ser. Si hacía tanto alarde y escándalo, lo mínimo que esperaba de ella era que fuese una buena contrincante.
Sin embargo, tuvo que sostener la espada con ambas manos cuando estuvo a punto de resbalarsele al alzarla sobre su cabeza. No permitió que su error la hiciera actuar con cautela y, en su lugar, con un grito de guerra, corrió hacia mi. Iba a lastimarse a sí misma antes de provocarme cualquier daño.
ESTÁS LEYENDO
CORONA DE VALHEU
FantasyHabía estado tan motivada a producir un cambio significativo durante mi soberanía, tan impactante que incluso sus beneficios perdurarán por generaciones, pero el tiempo que reinaba había sido muy corto y aunado a ello, muy problemático. Primero tuv...