Suspiré dejando caer mi cabeza sobre el escritorio, sin importarme si la corona se deslizaba fuera de mi. Los problemas finalmente estaban haciendo mella en mi, y sentía que no podía continuar por mucho más tiempo. Estaba tan agotada, que ese eterno descanso del que me alertó Anila resultaba atractivo.
Anoche las cosas no habían hecho más que empeorar. Al principio creí que sería una velada agradable, ya que iba acompañada de Esrrian, pero desde que nos separamos todo había ido cuesta abajo.
No sólo me había enterado de la posibilidad acerca del cruel destino que le esperaba a Myrill, sino que en mi afán de darle una lección a Daeva, había lastimado a Esrrian. Escuchó cada una de mis palabras y las tomó de la manera equivocada.
No me lo dijo, pero sabía que además de enfadado, estaba profundamente herido. Ninguno de los dos habló cuando regresamos a Valheu, y tampoco se despidió de mí cuando atravesó el portal creado por su yegua, volviendo a Galicia.
Y ahora, a pesar de que Armhen seguía visitándome, ya no traía consigo las notas de su amo.
No había encontrado las palabras correctas para disculparme, y a pesar de que era lo que más quería, ni siquiera hice el intento de corregir su percepción.
Los sentimientos que pudiese o no albergar por mí debían de parar. Si intervenía entre él y Daeva, el destino de muchas personas se vería afectado de la peor manera.
Yo solo era una reina temporal hasta que todo se solucionará y Elise pudiese tomar el trono que le pertenecía.
Cerré los ojos, imaginando lo fácil que sería sucumbir ante mi parte egoísta y conseguir todo lo que quería. Permanecería en el trono de Valheu, cuidando del pueblo que amaba, mataría a Hafiz y a Daeva, después, de alguna manera imposible, me quedaría con Esrrian. Sin embargo, a fin de hacer lo correcto, debía renunciar a cada cosa que amaba. En este punto, ya no sabía de que más podían despojarme. Me estaba quedando sin nada.
Una solitaria lágrima escapó de mi ojo izquierdo, con ella se llevaba todas las posibilidades que había imaginado de un futuro agradable para mi.
De pronto, Grouth comenzó a aporrear la puerta con urgencia. Me hizo dar un respingo y enderezarme en mi asiento. Acomodé la corona en mi cabeza, dispuesta a portarla con dignidad el tiempo que me quedase y después lo dejé pasar.
-Su Majestad- saludó apoyando una rodilla en el suelo, enderezándose enseguida. -Embarcaciones de Galicia han bloqueado todos los puertos.
-¿Qué?- me puse de pie arrastrando con violencia la silla, que cayó hacia atrás con un estruendo que no fue suficiente para sacarme de mi estupor.
-Al parecer han aparecido durante la noche.
-¿Qué han hecho?- pregunté con alarma.
Mi mente comenzó a trabajar a una velocidad alarmante, intentando pensar en cómo contraatacar estando rodeados.
-Nada- respondió confundido. -Solo están ahí, bloqueando todos los caminos.
Bajé la vista hacia el escritorio donde yacían las caras a los demás reinos que no habían sido enviadas. A pesar de la terrible impresión que me llevé de todos los reyes en la asamblea, en un movimiento desesperado les había escrito a todos ellos, pero después de que ninguna amenaza se presentó, desistí de ello, confiando en que la relación que tenía con Esrrian sería suficiente para apaciguar a su padre, o por lo menos para alertarme antes de cualquier ataque.
No obstante, después de la impresión que dejé anoche en el príncipe heredero, no me sorprendía que no me hubiese advertido. Incluso llegué a pensar que animó a su padre a actuar en contra mía. Un galeno podía ser así de vil.
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CORONA DE VALHEU
FantasyHabía estado tan motivada a producir un cambio significativo durante mi soberanía, tan impactante que incluso sus beneficios perdurarán por generaciones, pero el tiempo que reinaba había sido muy corto y aunado a ello, muy problemático. Primero tuv...