Capítulo X

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-¿Esa es tu famosa hermana?- preguntó Myrill.

Dirigí mi vista hacia la dirección que señalaba y abrí los ojos sorprendida por como lucia Elise; estaba irreconocible.

Sabía que debajo de toda esa suciedad y malos hábitos había una extraordinaria belleza, pero mi madre se lució puliéndola.

Su vestido dorado hacia juego con su cabello, haciendo que su piel irradiara. Ahora solo faltaba que se comportará a la altura de su aspecto.

Era el centro de atención en este evento y ella disfrutaba de cada segundo. Habia una pequeña multitud rodeándola, quiénes parecían muy entretenidos con su plática.

-Si, ella es la princesa Elise.

-¿Y no te molesta que sea la bastarda de tu padre?

Me di cuenta de que no había malicia en su pregunta, solo estaba curiosa sobre nuestra extraña relación. Cualquier otra familia la habría rechazado, pero yo estaba deseosa de que se integrara.

A decir verdad, yo también era hasta cierto punto una hija ilegítima, pues mis padres no se habían casado. Lo único que nos diferenciaba era nuestro lugar de origen.

-Admito que tiene un genio insoportable, pero es inofensiva.

-No creí que su Majestad subestimara a su enemigo- dijo su Gracia Annola acercándose a nosotras.

Se notaba que no hacía mucho tiempo que había debutado en la sociedad, pues de lo contrario sabía que interrumpirnos le costaría algo más que la lengua.

Aquella joven me recordaba la inexperiencia de mi hermana, así que cuando mis soldados se acercaron a ella, alcé una mano para detenerlos. Decidí ser benevolente y me sonreí para tranquilizarla cuando se dió cuenta de su error.

-Ella no es mi enemiga- le aseguré.

Tuvo que carraspear para encontrar su voz. Había llegado con tanta altanería y ahora se encontraba al borde de un colapso nervioso. Si sus intenciones no fuesen tan perversas, me habría dado lástima. 

-¿Entonces por qué su alteza está diciendo que le quitará su corona?

-Gracia Annola, le sugiero que mida sus palabras- dijo Myrill cuando yo me quedé congelada.

Ingenuamente creí que estábamos progresando en nuestra relación, pensé que con los cuidados de mi madre podría cambiar, pero aparentemente siempre sería una ignorante desvergonzada.

La joven Annola se retiró con temor y satisfacción. Ser la que me pusiera al tanto de la irreverencia de Elise era su venganza por haberla humillado al no reparar en ella en el evento de Myrill.

Había creído que una chiquilla así, tan bien cuidada, estaría excenta de la típica actitud que predominaba entre los nobles, pero había estado muy equivocada.

Hasta el más pequeño de los seres se veía afectado por este ambiente venenoso.

Apenas podía contenerme para no ir detrás de ella. La violencia física no era efectiva para molestar a los nobles, solo te humillarías a ti mismo. Pero ya habría oportunidad de devolverle el favor. Ahora tenía problemas mucho más graves entre manos que la vanidad dañada de una mocosa.

Entré en la mente de quiénes la rodeaban, escuchando cada una de sus palabras. De acuerdo a la imagen que me proporcionaban podía decir que no estaba en sus cinco sentidos. ¿Qué mi madre no le explicó que su copa solo era adorno y no debía beber de ella? Usé gran parte de mi fuente para controlar a todos ellos y dispersarlos.

Lastimosamente mis habilidades no llegaban a tanto como para borrar todo este día de sus mentes.

Cuando dejaron de escucharla y se retiraron, la observé hacer un puchero. Estaba a punto de hacer un berrinche, así que aparecí delante de ella y la lleve conmigo a una habitación vacía. Lo hice tan deprisa que al aterrizar, vomitó en sus pies. Apenas logré apartarme de su trayectoria.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora