Capítulo XIX

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-¡Majestad!- me gritaron en el oído moviéndome de forma brusca. Me desperté de golpe observando entre penumbras el rostro de Grayer, mi segundo al mando.

Al parecer no me levanté lo suficientemente rápido, así que él me cargó, tomó mi corona y nos sacó de la habitación corriendo.

Me aferré a su armadura cuando bajó las escaleras y estuvimos a punto de caer. Oí tanto escándalo que no pude identificar de que se trataba ésta alarma. Las mentes de todos en el castillo estaban en pánico y proferaban gritos, no solo de viva voz, que me abrumaban. La cabeza estaba a punto de estallarme.

Detrás de nosotros corrían más guardias, todos ellos cuidando mis espaldas.

¿Galicia finalmente había atacado?

No creí que fuesen hacerlo en la quietud de la noche, Hafiz no solo quería conquistarnos, quería humillarnos y no había honor en atacar al enemigo mientras duerme.

Me enfoque en la mente de Grayer, pero todo en lo que pensaba era en ponerme a salvo. ¿De qué?

Miré hacia atrás y estuve a punto de abollar la armadura de mi soldado cuando noté las llamas saliendo de mi castillo. Era un fuego tan grande que debió de haber costado más que unas cuantas horas avanzar tanto. ¿Cómo nadie se dió cuenta?

-¡Bájame!- grité congelando su cuerpo para que dejara de alejarse. -Hay que apagarlo.

No podía ser que el terror los hubiera vuelto estúpidos. Teníamos habilidades que podrían extinguirlo fácilmente.

-Su Majestad, lo hemos intentado todo, las llamas no ceden.

Miré alrededor del oscuro jardín, solamente iluminado por la destrucción de mi castillo. Algunos sirvientes tenían el cuerpo lleno de hollín, algunos otros descansaban en el pasto con heridas de gravedad. La mitad estaba inconsciente y la otra mitad estaba tratando de apagar el fuego.

-¿Dónde está mi madre?- les grité.

-Fue la primera en salir, Gevír está con ella.

Asentí sintiendo que mi corazón se calmaba aunque fuese solo un poco. Su habitación estaba más próxima de la salida, mientras que la mía era la última.

-¿Y Elise?

-Por allá, su Majestad- señaló a mi derecha. Estaba de pie temblando de frío, su mirada puesta fija en las ventanas de dónde danzaban las flamas crecientes.

Pisotee hasta ella y la agarré fuertemente del brazo.

-¿Qué es lo que has hecho?- le grité moviéndola con violencia.

Llamas que no se apagaban solo podían provenir de la fuente de alguien. Y ella era la más famosa en utilizarla de esa forma.

-¡Yo no he sido!

Siiri vino corriendo, trayendo una manta, y en cuanto me notó sus ojos reflejaron terror. Estaba lastimando a su ama y ella debía protegerla, pero si se enfrentaba a su reina, sin duda la muerte sería una clemencia.

Aun podía escuchar voces gritar desde el interior que luchaban contra las llamaras y perdían, siendo consumidos por estas.

La solté, solo para cerrar los ojos y tomar una respiración profunda. Bajé mis barreras, permitiendo que todas las mentes me gritasen y usando mi fuente, rompí su conciencia haciendo que todos cayesen al suelo inertes.

Elise cayó a mis pies junto a su esclava. Ahora todo estaba en silencio. La persona que había provocado el fuego ahora estaba desmayada y ya no tenía ningún control sobre este. Me acerqué a las llamas, con cada paso que daba extraía el agua del suelo bajo mis pies, usándolo para apagarlas.

No fue una tarea fácil, así que cuando terminé, mis rodillas no pudieron seguir soportandome y caí al suelo. Dejé de tener dominio sobre las mentes de mis súbditos, que lentamente fueron despertando de su sueño involuntario.

Ahora que las llamas estaban extintas, solo quedó el negruzco humo elevándose hacía el cielo, alertando a las villas alrededor de la catástrofe que ocurrió.

Respirar se había vuelto un arduo trabajo, así que solo me terminé de recostar en el suelo y me entregué al cansancio. Había usado hasta la última gota de mi fuente.

Recordé entre niebla el ciclo ilustrado en mi libro infantil. Dormir no era suficiente para llenarme de energía, las ofrendas eran las obras que volvían a llenar tu fuente.

Sentía que con cada latido mi corazón se iba apagando al haber cruzado los límites de mis habilidades.

Y tal vez en muchísimo tiempo, le supliqué a aquella diosa olvidada, que tuviera compasión de mi.

CORONA DE VALHEUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora