Marley, un país donde había gente de Ymir en denigración, no era una vida bastante digna para poder vivir pero para un chico que empezaba a cargar ideales de que su raza ya no debería seguir viva y una chica que anhelaba vivir fuera de esos lugares...
A unos minutos que los chicos finalizaron su entrenamiento, la chica despidió a los niños para después dejar el reporte a Magath, había terminado para dejarla a este cuando llegó a terminar de leer el informe miró a la chica seriamente.
—¿Qué has pensado sobre lo que te dije anteriormente? Se acerca la fecha para que vayan a Paradis.
—Trataré de dar mi mejor esfuerzo, ninguno de los chicos tendrá que ser devorado—. Dijo seriamente la chica hacia el capitán.—Confío en ellos, se que su entrenamiento será para bien.
El capitán se quedó un momento callado, para después sacar un sobre de su escritorio y dárselo a la chica, retomando su postura en el sillón.—Quiero que lleves esto al edificio de gobierno, lo llevaría personalmente pero tengo una junta con los demás para la misión y tiene que llegar lo antes posible.
La chica asintió con para tomar la carta y empezar a dirigirse hacia el mencionado edificio. Este era casi una plaza bastante hermosa con 2 edificios en cada extremo, en el centro y lo separaba había una fuente con sus jardines, un ambiente distinto a Marley que absortaba a (T/N), hasta toparse en la entrada del edificio.
—Ts...¿Una eldiana aquí? Es raro que andes la peste aquí—. Cuestionó un policía marleyano al ver a la chica.
—No me gustaría venirte aquí, ya que solo un asco visual...vine a entregar esta carta de parte del capitán Magath.
El policía miró con un fruncir en el ceño al ver la carta, pero al percatarse que la letra era del capitán a regañadientes aceptó el pedido, la chica no se quedó un segundo más para empezar a retomar su camino hacia su casa.
Retomando podía ver a la sociedad de Marley, envidiaba un poco que ellos no tuvieran una discriminación, las condiciones eran mejores que no habrá alguna escases en alguna familia, era perfecto, algo que un eldiano no podría conseguir, sus pensamientos le hicieron perderse al sentir como una roca le pegó en el hombro girándose a donde provenía y era un hombre con una mirada de pocos amigos.
—¡Lárgate de aquí basura eldiana! No andes ensuciando nuestras tierras con tu presencia.
La joven lo ignoró por completo pero este se puso en medio de su camino, con una mirada amenazante y preparando su puño para golpearla, pero se detuvo para bajar su mano lentamente como si algo le impidiera.
—¿Sucede algo, caballero?—. Cuestionó una voz masculina haciendo que la chica volteará detrás de ella.
—Uhm...no, nada sucede señor Tybur—. Se disculpó el señor dejando a los dos solos, aunque esa palabra se quedaba en el aire, ya que unas personas se quedan mirando.
—¿No le paso nada, señorita?
—No, muchas gracias señor Tybur—. Dijo la chica apartándose un poco para hacerle un ligera reverencia. —Lamento mucho el que se haya desviado de sus deberes, si me permite tengo que retirarme.
El rubio llegó a tomar de la muñeca a la mujer, ofreciendo una sonrisa. —Si no hay ninguna molestia, me gustaría saber su nombre y permitirme llevarla a su casa.
Se sorprendió ante la propuesta como sujetaba su muñeca, quería alejarse de las miradas de la gente y eso no ayudaba, apartarla sería una ofensa y quien sabe que muchedumbre habría, suspiró un poco para asentir. El hombre esbozó mejor su sonrisa para soltar suavemente su mano y hacerle el gesto de que lo siguiera.
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