"La boda del príncipe heredero llega rápidamente, y con ella, la presión de ser el siguiente en casarse aumenta.
Al amor sincero lo amenaza un secreto, y quizás antes de lo deseado, aquello sea descubierto..."
El día de la boda llegó, el reino resplandecía, si bien el príncipe Gustabo no era el más querido, la gente se alegraba de su matrimonio y la princesa Elena había demostrado gran amabilidad y generosidad hacia el pueblo.
La familia real estaba presente en aquella gran iglesia, el príncipe heredero esperaba a su prometida en el altar, a su lado estaba el rey, y atrás de ellos se encontraba el príncipe Horacio.
Sus majestades vestían sus trajes de gala, el color negro era la característica principal, además de ser el color de su escudo era el favorito de su padre.
Horacio estaba nervioso, las manos le sudaban y no deja de mover su pierna en señal de nerviosismo, parecía que el que se iba a casar era él, o eso le había comentado su hermano en tono de broma.
Del lado derecho de la iglesia se encontraban los invitados de la novia, algunos familiares y sus representantes estaban ahí, aunque Horacio no les prestó demasiada atención, solo podía ver al hombre que estaba al lado de la familia real.
El comandante Volkov era uno de los encargados de la vigilancia ese día, nada iba a salir mal bajo su supervisión, el cuidado y la seguridad de la princesa era su prioridad.
O eso había sido hasta que ese par de ojos se habían posado sobre él, esas manos habían tocado su piel, y esos labios lo habían besado, por mucho que lo intentara no podían mantenerse alejado de aquel joven.
Se percató de que Horacio lo observaba y una pequeña sonrisa se formó en su rostro, antes de continuar con su vigilancia, se recordó a sí mismo mencionarle más tarde al príncipe lo hermoso que se veía.
Sus encuentros nocturnos habían continuado, el príncipe se había asegurado de que sus guardias desaparecieran en las noches, un buen soborno era más que suficiente, y dormía a salvo, ya que aquel comandante estaba a su lado.
Aunque al amanecer siempre despertaba sin él, pero lo entendía, tenían que ser discretos y disfrutar los pocos minutos que tuvieran juntos.
La música resonó por la iglesia, y la atención de todos se dirigió a la entrada del lugar, todas las miradas se posaron en la hermosa novia de gran vestido blanco, salvo la de aquellos dos hombres, que se veían fijamente.
La boda transcurrió sin impedimento, el príncipe Gustabo y la princesa Elena estaban casados, y eran los futuros monarcas de aquel reino.
La cena de celebración se estaba llevado a cabo, y Horacio se aburría demasiado, había perdido de vista a Viktor, y el escuchar a su padre y a su hermano hablar no era un tema de su interés.
Elena no comentaba demasiado, permanecía en silencio al lado de Gustabo, Horacio la observó fijamente y se perdió en sus pensamientos.
De nuevo se preguntó si él podría sobrevivir a un matrimonio sin amor, como aquel que se acababa de realizar entre su hermano y la princesa, la idea de unir su vida a alguien que no amaba no tenía cabida en su cabeza.
Tomó su copa y se la terminó de un trago, se iba a poner de pie para retirarse a su habitación, cuando el rey tomó su brazo, y lo obligó a sentarse de nuevo.
Horacio resopló pero obedeció, el rey Jack tomó su copa, y poniéndose de pie, la levantó para el brindis.
-El príncipe Gustabo no pudo escoger mejor esposa, la princesa Elena goza de todas las cualidades para ser una excelente esposa, madre y reina algún día...
