El superintendente Conway se encontraba en su despacho, tenía un montón de papeleo que resolver antes de poder salir a patrullar, se pasó las manos por el oscuro cabello, antes de suspirar y tomar asiento.
Sacó un cigarro de su bolsillo, pero justo antes de encenderlo, su radio comenzó a realizar unos extraños sonidos.
-¿Por que coño vas a salir con alguien y por qué tengo que enterarme por Gustabo? - Se escuchó a través de aparato, había algo de interferencia, pero el mensaje se pudo entender.
Conway se quedó muy quieto, tomó el radio, y lo acercó más hacia su oreja, quería escuchar la conversación.
-Horacio es en serio, no quiero que mi novio ande por ahí, viéndose con quien sabe quien. -
-¿Novio? - Una voz en el radio, y la de Conway pronunciaron esa palabras al mismo tiempo, el superintendente supo inmediatamente que se trataba del comisario y el inspector.
Una sonrisa se instaló en su cara, al fin Volkov había aceptado sus sentimientos por Horacio, eso lo hacía feliz, cuando los sonido en el radio cambiaron de tono.
El aparato se quedó en silencio unos minutos, cuando de repente unos gemidos inundaron la pequeña bocina del mismo, eran sonidos secos, como de pequeños golpes, y de vez en cuando uno que otro suspiro.
-¿Estás listo para mí? - Se escuchó la voz del ruso, y ahí Conway supo que había escuchado demasiado, apago el radio, justo en el momento en que Gustabo entraba a la pequeña oficina.
-¿Acabas de escuchar a estos guarros?
Gracias a dios desde que comenzaron a hablar ordené que la malla cambiara de frecuencia, pero madre mía, hay buen material.
Me iré a escuchar el resto de la acción, ahora vuelvo. - Y salió rápidamente del lugar, antes de que Conway pudiera decir algo.
Él solo tomo su teléfono y le dejo un mensaje al comisario, ya hablaría con ellos, habían cometido una falta, pero por algún motivo no dejaba de sonreír, al fin esas dos personas habían aceptado sus sentimientos, y eso lo hacía feliz.
Volvió su atención al papeleo, vaya que tenía trabajo que hacer.
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El día era soleado, pero aún así el frío se sentía hasta los huesos, su nariz estaba rojita a causa del mismo, pero no podía tener una sonrisa más grande en su rostro.
Su ahora esposo regresó a su lado, y lo tomó de la mano, antes de depositar un besito sobre su nariz.
-Si tienes frío podemos regresar al hotel, entiendo si el clima te molesta, tu no estás acostumbrado a esto. - Expresó el ruso mientras lo abrazaba.
Ambos llevaban unos abrigos grandes y gruesos, que los protegían del clima extremo.
Habían decidido pasar su luna de miel en la nieve, Horacio hubiera preferido un lugar más cálido, quizás una playa o algo así, pero cuando su esposo le contó con tanta ilusión sobre ese lugar, no se pudo negar.
Le recordaba a su cuidad natal, y si a Viktor le gustaba, Horacio estaría feliz, se separo un poco y después de dejar un beso sobre sus labios,exclamó.
-Estoy algo cansado, el frío me da sueño... - Respondió, mientras metía las manos en los bolsillos traseros del pantalón del comisario.
-¿Una siesta ayudaría? Aunque no te prometo que estando tú y yo juntos en una habitación, puedas dormir mucho. -Viktor le dedicó una sonrisa coqueta, esa que hacía que el vientre de Horacio se contrajera en expectativa.
-No me voy a negar, pero apresúrate, estoy casado, y mi esposo es celoso. - Horacio susurró eso sobre el cuello de Viktor, dejando un beso en su lugar favorito, bajo su oreja.
