"El comisario tiene un viaje, sin embargo, desconoce quién será su compañero, además, hay una tensión que tiene que ser resulta pronto..."
El comisario Volkov subió al avión y prácticamente lanzó su maleta al portaequipaje que estaba sobre su asiento.
No hizo contacto visual con nadie, no quería tener qué saludar a ninguno de esos desconocidos.
Odiaba viajar, odiaba tener que asistir a esos estúpidos congresos de la policía, lo único que le gustaba era el hecho de poder alejarse de todos y hacer todo eso solo.
Su asiento era el 220, suspiró de frustración cuando notó que ese asiento no era el de la ventanilla, si no el que estaba a un lado del pasillo.
Después de acomodar la maleta tomó asiento, y se acomodó las gafas de sol, no pensaba quitárselas durante todo el viaje, observó como poco a poco las personas fueron entrando y agradeció que nadie tomara asiento a su lado.
Sacó su móvil y comenzó a enviar mensajes, quería asegurarse que todo se mantuviera en orden en su ausencia, pero antes de enviar el último, una figura a las puertas de la aeronave llamó su atención.
Horacio subía con una sonrisa en su rostro, y con una pequeña maleta en sus manos, avanzó por el pasillo y de repente su sonrisa se agrandó antes de llegara hasta su asiento, a Viktor se le fue la respiración, y observó el lugar a su lado.
-Bueno, parece ser que tendremos que viajar juntos... - Exclamó el moreno, mientras tomaba su maleta con ambas manos.
La colocó en el portaequipajes que le correspondía y el ruso lo sintió a su lado, el pecho de Horacio rozaba con su brazo y aquel pequeño toque entre ambos lo hizo sentir nervioso.
-¿También va al congreso? No sabía que el FBI fuera requerido... - Viktor se recargó contra su asiento, apoyó las manos en el reposabrazos, tenía que darle espacio a Horacio a pasar, aunque quizás el moreno se apoyaba demasiado contra él.
El perfume del agente le inundó los sentidos, lo sintió cerca, quizás demasiado, y aunque sólo fueron unos segundos, tuvo que hacer uso de todo su autocontrol.
Horacio lo sabía, sabía lo poderoso que era, la atención que atraía, y como las personas no podían dejar de ponerse nerviosas a su alrededor, el ruso no había sido la excepción, nadie lo era.
-Así es, fue algo de último minuto, la verdad es que yo tampoco deseaba ir. - El de cresta se dejó caer en su asiento, Volkov observó como su camisa de un tono azulado se adaptaba de manera perfecta a sus brazos.
Horacio vestía de manera sencilla, con sus jeans y su camiseta favorita, además de sus botas negras, era todo lo contrario al comisario, quien siempre iba formal.
No eran amigos, no eran compañeros, desde que se habían reencontrado intentaban hablar lo menos posible, su relación no era cercana, y Volkov deseaba que así continuara.
Pérez era otro tema, él siempre había deseado tentar al comisario, llevarlo al límite, saber hasta donde podía llegar, ademas, su orgullo ya estaba herido, aquel era el único hombre que lo había rechazado en toda su vida, y eso no se podía quedar así.
El moreno se percató de la mirada que le dedicaba el ruso, y levantando una ceja lo observó fijamente al rostro.
-¿Qué? ¿Habías olvidado como era mi cara? - Preguntó, antes de dejar salir una risa y pasarse una mano por la fina barba que cubría su rostro.
-Sigue usted igual de insoportable... - Susurró Volkov, antes de sacar de nuevo su móvil y seguir en su tarea de enviar textos.
Horacio no respondió y se encogió de hombros, observó por la ventanilla y el tiempo paso rápidamente, a pesar de todo seguía poniéndose nervioso al lado de aquel hombre, a ambos les pasaba lo mismo, la tensión entre ellos no había hecho más que crecer con el paso de los años.