El niño de la profecía

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Los terrenos de Hogwarts ya no estaban ni cubiertos de nieve ni totalmente secos, tenían el verde perfecto que marcaba que otro año escolar estaba por finalizar y Harry contemplaba todo desde la torre de Astronomía con Hedwig lista para enviar un mensaje. La blanca lechuza reposaba sobre su brazo extendido, esperando por la carta que el chico apretaba en la mano.
Cuando Harry finalmente le dio la carta, Hedwig alzó vuelo y tardó en desaparecer, pues el cielo azul resaltaba el plumaje blanco de la lechuza.
Vaya año de locos, pensó Harry observando como todos estaban listos para que en tres días acabara todo e irse de vacaciones.
Pero a pesar de la gran paz que sentía al ver a su padrino libre, no podía evitar pensar en el futuro que le estaba esperando, un futuro oscuro y con muchas pérdidas y una guerra que todos tendrán que enfrentar.
Harry se llevó la mano a la cicatriz en forma de rayo de su frente, aquella cicatriz que lo marco de por vida.
Lanzó un largo suspiro y comenzó a bajar las escaleras de la torre de Astronomía. Su estomago comenzó a protestar, en parte, ya que ni siquiera había desayunado. Harry estaba esperando ansioso el banquete de fin de curso, que era el más delicioso de todos. Aunque claro, Harry no era como los demás. Él detestaba las vacaciones, pero tal vez, solo por esta vez, todo cambiaría, pues Sirius estaba libre.
–¡Harry!–exclamó la voz conocida de una chica que ahora parecía estar más pacífica.
Hermione se puso a su lado con Ron detrás.
–¡Oh Harry! Podemos ser amigos de nuevo ¿sabes? Este año ha sido demasiado duro y extraño y deberías comprendernos–dijo Hermione.
Ron mantenía la cabeza gacha sub decir palabra.
–Hermione, todo el año me estuviste dando la contra–replico Harry.
–¡Que mentira! Siempre te apoye en silencio.
Harry soltó una risa.
–Hermione, Ron, ustedes son mis amigos y siempre lo serán, pero una disculpa no arreglara todo lo que me hicieron. Se fueron cuando más los necesitaba–dijo Harry, colocó las manos en los bolsillos y comenzó a caminar más deprisa.
Hermione y Ron arrugaron la cara y luego se fueron a la sala común.
–¡Harry!
–Hola Luna.
–Me alegra oír lo de Sirius, pero me da más gusto que Hedwig se haya recuperado ¿no crees Harry?
–Así es.
Luna se fue dando saltos hacia el patio y Harry solo caminó por los pasillos, tenía que terminar unos últimos trabajos para las clases que se había saltado.
Ahora, Draco Malfoy lo odiaba más que nunca, pues por su culpa su padre estaba en Azkaban. A Harry no le molestaba aquello, el mundo estaba mejor sin Lucius Malfoy.
–¡Por supuesto que no!
–¡Oh por las barbas de Merlin!–exclamó la voz de un chico.
–¡Blake!
–Ya les dije a ambos que ¡no!
–¡Pero...!
–¡Oh, Harry!
Dean y Seamus se hallaban camino al gran comedor con Blake, Harry los saludó y los cuatro se fueron a sentar en la mesa fe Gryffindor.
Harry sintió las miradas acusadoras de Malfoy y del resto de la mesa Slytherin y unos cuantos curiosos de otras casas lo observaban para ver si veían los ojos de Voldemort en él.
Harry se sintió incomodo por un momento, pero luego, Albus Dumbledore hizo que todos comenzaran a comer contentos y a hablar sin parar.
Harry se entretuvo cortando su salchicha, le dolía la mejilla un poco por varias caídas que se dio.
–Harry–susurro Blake.
–¿Mmm?
–¿Sabías que Dolores Umbridge ya regresó al ministerio?
Harry se sorprendió. Nadie los escuchaba, Seamus peleaba con Dean sobre el Quidditch y Neville hablaba con Ginny.
–¿Cómo? ¿Aceptaron a Umbridge de nuevo?
Blake asintió.
–Pero claro, era bruja sabe mentir.
Harry asintió y le dió un mordisco a su salchicha, luego tomó en pan.
–Es tan raro–dijo Blake–, todo se siente distinto. Incluso las conversaciones.
Tenía razón, pues ahora hablaban sin parar de todos los ataques que daban a conocer que Voldemort estaba vivo y que Dumbledore tenía razón.
Pero también escuchaba a lo lejos las voces de las chicas hablando de cosas extrañas, a los chicos de quidditch y a Ron y Hermione discutiendo.
La mesa de Gryffindor se sentía diferente sin Fred y George y todos eran felices.
–Me alegro que al fin podamos llevar a Sirius a un paseo–habló Blake–. Lo necesita, esta muy salvaje.
Harry sonrió.
–No esta tan salvaje.
Blake solo se llevó un pedazo de tocino a la boca y observó todo el gran comedor.
–¿Crees que el proximo año sea algo mejor?
–Lo dudo–dijo Harry–. Esto cada vez empeora más.
Blake asintió.
–Harry–dijo ella–. ¿Quién crees que sea la mujer misteriosa? Sirius no me dijo quién era.
Harry negó.
–¿La que llegó y nos salvo?–preguntó Harry. Blake asintió–. Ni idea. Pero debe estar de nuestro lado, supongo.
Blake se encogió de hombros y siguió comiendo. Mientras que Harry se topó con la mirada de odio de Malfoy que lo miraba queriéndolo destruir.

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