El fugitivo de Azkaban

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Harry recordaba como había estado nervioso el día de su juicio en el ministerio y sabía que Sirius estaría igual.
Caminó fuera de su habitación en San Mungo con la ropa que le había dejado la señora Weasley, por esta vez, Harry había sido invitado a participar por el mismísimo Cornelius Fudge.
El aire frío lo recibió y Blake estaba esperándolo, con el cabello lizo y un elegante vestido.
–Hola Harry.
–Hola–saludó.
–Peínate Harry–se burló Blake.
Harry solo rodó los ojos y espero a que los Weasley llegaran a su lado y así paso, Arthur y Molly Weasley estaban ahí y luego se dirigieron a la red Flu.
Al llegar al ministerio, Harry se sorprendió de que el ministerio estuviera completamente solo.
Había restos pequeños de los vidrios rotos que habían caído; esperaba que Sirius estuviera bien.
–Ven Blake–dijo el señor Weasley–. Nosotros iremos por otro lado.
La señora Weasley les dijo adios y Harry y ella quedaron solos en medio del ministerio.
–¡Oh! Remus.
Harry volteó y dejó de ver por donde se había ido Blake y el señor Weasley.
–Hola Harry, me alegro de que estes bien–dijo Remus sonriendo.
Tonks venía con él, Harry vió que miraba a Remus de una manera muy extraña.
–Ire con Blake–dijo Remus–. Estos hechizos de memoria son algo feos.
–¿Qué? ¿Feos?
–Tranquilo Harry, extraer los recuerdos de los que no estaba muy consciente hace catorce años es difícil, ella estará bien–dijo Tonks.
–Solo voy a ver que no se les pase la mano–dice Remus y se va por donde el señor Weasley y Blake se habían ido.
–Vamos a la audiencia–dijo Tonks.
Harry la siguió al igual que la señora Weasley, algo preocupado por Blake.

Los pasillos estaban fríos y Harry recordó a sus amigos luchando junto a él. Lo poderoso que era Dumbledore y a Sirius a punto de morir.
Entraron a un pasillo lleno de fieltro rojo con detalles y el símbolo del ministerio, Tonks abrió una puerta y de inmediato otra puerta se abrió sola.
Harry recordó la silla en la que estaba, no había casi nadie ahí. Harry entró y vió a Dumbledore en el mismo lugar en el que había estado en la audiencia de Harry. Cornelius Fudge acababa de llegar junto a un pequeño séquitos, todos tomaron sus asientos y Sirius apareció y se sentó en la silla en el centro.
–Sirius Black–dijo Cornelius Fudge–. A usted se le ha acusado por escaparse de Azkaban hace dos años y tratar de matar a Harry Porter ¿es eso cierto?
–No ministro–dijo Sirius–. Yo me escapé, pero no quise matar a Harry ni hacerle daño.
–Bueno...eh...¿ha tenido contacto con el verdadero asesino de los Potter?
–El traidor de Peter Perigrew–soltó Sirius con odio–, a él es al que iba a matar.
Harry se sorprendió por tanta honestidad, tal vez estaba bajo la influencia de veritaseum.
–¿Por qué no probo su inocencia antes?
–No tenía pruebas y no me dejaron hablar.
–Oh. ¿Usted es el único familiar del señor Potter, verdad?
–Así es.
–¿Ahora tiene pruebas?
–Claro–dijo Sirius.
–El señor Black, ha encontrado dos testigos que habían estado con él en aquel momento–habló Dumbledore.
Harry no podía ni respirar, si su padrino iba de nuevo a Azkaban, lo impediría ocasionando un enorme problema.
–Estará bien–dijo Tonks a Harry.
La señora Weasley también estaba preocupada.
–Juzgado–dijo Fudge–, veamos las pruebas.
Se levantaron los pocos integrantes del juzgado y caminaron detrás de Fudge, luego se levantó Dumbledore y fue con ellos. Claro, se dijo Harry, Dumbledore es miembro del Wizengamont.
Sirius ni se movió, solo observó a los dos aurores que estaban junto a él y quiso reírse.
–Cuando Sirius este libre, haremos una fiesta.
Harry sonrió.
–Pero en las vacaciones querido, ya faltaron algunos días a la escuela–dijo la señora Weasley con una sonrisa.
Harry asintió.
Blake llegó con una bolsa de hielo en la cabeza y con el señor Weasley y Remus detrás, Harry corrió a su lado.
–¿Estás bien?
Ella parpadeó varias veces.
–Sí..sí...estoy bien, solo que me golpee la cabeza.
Harry se molestó.
–¿Qué paso?
–Pues mi mente daba vueltas y ni siquiera se si obtuvieron algo que le sirva a Sirius–dijo ella con una mirada de tristeza.
Remus y el señor Weasley fueron a sentarse.
–¿Estas segura que estás bien?
Harry la veía pálida y triste.
–Si–dijo con vez débil–. Solo que el hechizo consumió toda mi energía.
Harry la miró y ella se desplomó, Harry la sostuvo antes de que cayera.
Harry notó que su perfume era igual al olor de la carta de color negro del otro día.
Blake se tambaleó y luego soltó una débil risa y se sentó junto a Harry en las bancas del juzgado.
–Tienes suerte–susurro Harry.
–¿Por qué? Parezco loca que no ha dormido en días y duermo como perezoso.
Harry sonrió.
–Muchas se desmayan al verme, no te preocupes.
Blake rodó los ojos y se sonrojó levemente.
–Ya quisieras bobo.

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