"El loco Potter"

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Cruzaron los cielos más rápido que un rayo de luz y en un segundo todos estuvieron debajo de los Thesrals, siguiendo a Harry hasta la entrada del ministerio de magia. La cabina telefónica en donde había entrado con el señor Weasley.
–¿Es una broma Harry?
–El señor Weasley me trajo por aquí–le espetó Harry a Hermione.
Todos entraron a la cabina, apretados, lograron bajar hasta el ministerio de magia.
Estaba completamente vacío, nadie parecía estar muy interesado en el ministerio en aquellos momentos.
Harry y todos los demás no se detuvieron y Harry, no les dijo que no sabía a donde iba, solo seguía su instinto.
No podía dejar a Sirius.
Cuando más se acercaban, más Harry se sentía inseguro.
¿Y si Voldemort mató a Sirius ya? Que pasa si los estoy guiando a una trampa.
No...no...Sirius no esta muerto.

Harry se repetía varias veces lo mismo, llegaron a un pasillo en donde había varias puertas, pero todas estaban cerradas.
–Me da la impresión, Harry–dijo Hermione–. De que no sabes a donde vas.
Harry le lanzó una mirada de desprecio. Hermione miró hacia otro lado. La vuelta que habían dado los llevo a unos pasillos oscuros.
Hermione se lamentaba en silencio.
–Jamás debimos venir, es una trampa...tus sueños esos jamás han sido del todo reales.
Ron abrió los ojos como platos.
–Harry...él vió a mi padre Hermione.
Ella soltó un chillido.
–Eso era diferente.
–¡No puedo dejar a Sirius morir! Ademas, no he obligue a venir. Tú querías venir, así que no vengas a llorar sobre que yo te obligue. Jamás hubiera querido que tu vinieras.
Hermione soltó un chillido y se llevó la mano al pecho al escuchar a Harry.
–Bueno, hay que calmarnos, debemos encontrar a Sirius ¿no?–dijo Blake–. Es a lo que hemos venido.
–¡Pero no se abren las puertas!–exclamó Ginny–. Tal vez...debemos separarnos.
–¡No!–exclamó Hermione–. Permanezcamos juntos o todo saldrá peor, luego murmuró para si misma–. Que no me expulsen de Hogwarts.
Caminaron todos juntos por un estrecho, enorme y oscuro.
Harry abrió una extraña puerta en donde había filas y filas llenas de pequeñas pelotas azuladas con humo verde dentro. Todas tenían un brillo especial.
La sala en donde estaban metidos, estaba lleno de ellas.
–Aquí–dijo Harry–, aquí esta Sirius.
Harry comenzó a correr. El corazón le latía a mil por hora y sostenía la varita con fuerza, mantenía la cabeza fija y clara, sabía a donde iba, ya había estado ahí antes.
Contó los pasillos por los que en sus suelos había atravesado varias veces, donde había encontrado al señor Weasley.
Sabía que podía hacer algo para salvar a Sirius.
Caminaba lo más rápido que sus pies le permitían para poder llegar a tiempo, con los otros pisándole los talones.
Hermione solo esperaba que no fuera una trampa, aunque seguramente de todas formas lo era y seguía a Harry, un Harry cambiado y muy exigente; un Harry que la humillaba constantemente.
–Harry–llamó–. Esto es inútil, Sirius no esta...
–Shhh...
–Harry...
Harry se detuvo, luego observó, donde se supone que estaba Sirius, no había nadie. Estaba solo.
Vio la brillante pelotita azul de sus sueños en un costado, Harry no estaba seguro de que estaba pasando.
–No...no...no, no, ¡no! Debería estar aquí–dijo gritando–. Yo lo vi.
–Harry–Hermione dió un paso al frente, le puso la mano en el hombro y sintió que debía ser ella la que siempre lo apoyara en todo. Hermione por un momento sintió remordimiento por sus propias acciones hacia Harry, pero el daño era irremediable y había cosas que no llegaba a comprender totalmente–. Sirius no esta aquí, eso es más que obvio.
Harry no la miró, su vista estaba concentrada en algo invisible lejos de su alcance. Había sido una trampa, Voldemort sabía su punto débil.
Harry se sintió totalmente tonto.
Voldemort sabe mi punto debil. Snape tenía razón. Debí poner más empeño de mi parte y ahora todos estamos en peligro.
Harry alzó la vista y vió el miedo en los ojos de todos; Neville, Luna, Ron, Ginny, Hermione y Blake tenían miradas confundidas y asustadas.
Harry sintió que a todos los había guiado a una trampa y eso era justamente lo que había hecho, guiarlos a las manos de Voldemort.
–No podemos hacer nada Harry, debemos volver–dijo Hermione–. Antes de que algo más suceda.
–No sabemos exactamente si tienen a Sirius o no Hermione–dijo Harry.
–Harry–habló Ron–, recuerda que muchas veces te has confundido.
Harry, ese comentario no lo tomo a mal, pues Ron lo decía en serio y no se le veía ningún rastro de culpa.
Además, era verdad, se había confundido muchas veces.
–¿Pero porque te mostró él eso?–dijo Blake–. Algo quería.
–¡Traernos a todos aquí!–dijo Hermione molesta con las manos en la cintura.
Blake negó.
–No. Hay algo más en todo esto.
–¡Que tontería!–exclamó Hermione.
Ron bajó la vista y Harry se perdió en sus pensamientos y Luna le daba palmadas en la espalda.
–Harry–llamó Neville.
Harry alzó ma vista y vió a Neville observando una de esas bolas azules con humo verde fijamente. Sus ojos brillaban y miró a todos antes de decirle a Harry alguna palabra.
Harry se acercó y Neville señaló la bola azulaba.
–Esa dice tu nombre.
Harry la reconoció de inmediato, en sus suelos había visto aquella bola y escuchaba la voz de Trelawney en ella.
Estaba por tomarla cuando Hermione interrumpe:
–¡Harry! Que tal si eso es malo.
–Nunca lo sabremos Hermione–dijo Ron–. ¿Además por qué tiene el nombre de Harry?
Harry solo bajo la vista a sus pies y volvió a poner los ojos en aquella pelota azulada, el humo se movía de un lado a otro.
Alzo la mano con intención de tocarla y todos aguantaron la respiración.
Sus dedos se detuvieron a unos pocos centímetros de la bola de cristal, sintió que no quería del todo tomarla en sus manos...
El taco fue frío al principio, sintió una leve conexión con esa pequeña bola que cabía en su mano perfectamente.

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