#1; Miradas

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Kirishima Eijiro era el príncipe del Reino de los Dragones de Rubí. Este joven portaba una cabellera tan negra como la noche, de textura lacia, que le llegaba casi a los hombros. Tenía unos ojos color rojo como el de las fresas. Casi siempre portaba una bella y radiante sonrisa en su semblante; la cual poseía dientes que, a pesar de ser especialmente afilados, no causaban miedo o terror alguno, tan solo un poco de sorpresa al inicio, y nada más. Varias personas (si no es que todxs) los compararían o comparaban con los dientes de un tiburón.

Este chico tenía varios amigos, muy agradables y amables a decir verdad, los cuales eran parte de la realeza al igual que él. Como por ejemplo Kaminari Denki, príncipe del Reino de la Electricidad, o Todoroki Shoto, uno de los príncipes del Reino de Hielo y Fuego, o Yaoyorozu Momo, princesa del Reino de la Creación, entre otros.

Sin embargo, estos lamentablemente no contaban con la posibilidad de visitar muy frecuentemente el hogar del príncipe, ni viceversa, ya que los reinos estaban evidentemente lejanos entre sí (algunos más que otros) y esto complicaba las cosas sinceramente. Aunque, lo que sí podían hacer, era mantener un contacto, en realidad intermitente, a través de la tecnología y las redes sociales. Por lo tanto, no podía contar 24/7 con la compañía, ya sea física o virtual, de los chicos.

A pesar de todo aquello, no significaba que estuviese solo, claro que no. Él tenía a su dama de compañía a su lado, Ashido Mina, a la cual sinceramente veía mucho más como una hermana o una mejor amiga, o ambas. La pelirosa era la única persona que tenía en el castillo con la cual podía hablar, por completo, de manera casual y despreocupada, sin formalidad alguna, con plena confianza.

Eijiro normalmente pasaba una muy reducida parte de su tiempo en su habitación, debido a que disponía de un lugar, del cual disfrutaba mucho pasar muchas horas y horas en este, ya fuese solo o con Ashido acompañándole; se trataba de su maravilloso jardín privado. Y más que verlo como un jardín, él lo veía como un mini paraíso, el cual le encantaba compartir con otrxs siempre que tenía la oportunidad de ello.

Aquel era un sitio realmente extenso. Había una linda y acogedora cabaña a la derecha al fondo de este, en los límites del jardín se encontraba construido un largo y grueso barandal blanco hecho de cuarzo; y en el lado izquierdo, frente a aquel lugar, se podía apreciar una "pequeña" cascada. Este pacífico lugar se ubicaba en la parte trasera del castillo.

El pelinegro iba allí para realizar distintas actividades, y de entre aquellas varias, su favorita era el apreciar las lindas y coloridas flores que crecían en este, o que él mismo había ido plantando y cuidando poco a poco a lo largo de los meses y años. Creando así, sin siquiera haberse dado cuenta antes, una especie de colección de estos seres vivos tan comunes y a la vez tan únicos. Una zona entera del jardín había sido dedicada a estas flores que el príncipe tanto adoraba cuidar, estudiar, o simplemente observar. Le encantaba verlas apreciando cada pequeño detalle.

Desde que tenía más o menos unos 6 años, le gustaron mucho las flores, le llamaban la atención por cómo lucían. Y, poco a poco, con el paso del tiempo, fue aprendiendo más y más acerca de estas por cuenta propia; sobre los cientos de especies y tipos que existían, sobre cómo se debían de cuidar dependiendo de la flor de la que se hablase, sobre sus significados, etcétera. Hasta que llegó al punto en el que comenzó a practicar con más frecuencia la jardinería, y esta acabó convirtiéndose en un pasatiempo especial, en su afición favorita.

Sin embargo, no todo siempre era diversión, alegría y satisfacción; no, no. Su vida a veces se veía ocupada, y hasta algo ajetreada, por el hecho de ser el príncipe heredero al trono. Y esto se refiere a que, en varias ocasiones al mes, le daban clases sobre los modales, etiqueta; e incluso alguna vez llegaron a tratar de introducirlo un poco a la economía y a cuestiones más sociales o políticas. Tan solo un poco, ya que aún era apenas niño; había que ir paso a paso. Y así, entre otras cosas. Según sus padres, todos estos conocimientos eran necesarios para que, en el futuro, pudiese ser un rey digno de ser llamado como tal.

Las flores de nuestro amor || kiribakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora