#10: Disculpas y abrazos

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-¡Eijiro! ¡Sal de ahí ya mismo!- Se podía escuchar la voz de la pelirosa que salía con cierta dificultad, debido a que se hallaba sosteniendo y jaloneando el tobillo de su amigo pelinegro, en un intento de hacerle soltar la superficie de su cama.

-¡No! ¡No puedo ir allá con él! ¡Fue una mala idea haberle dicho que nos viéramos en tan poco tiempo! ¡No estoy listo, Mina!- Se aferraba a la funda de la cama y las sabanas como si su integridad física dependiese de ello.

-¿Para qué cosa necesitas prepararte tanto? ¡Tan solo ve y habla con él! ¡Entre más lo pospongas, más difícil será!

-¡Pero..

-¡Basta de peros, Ei! ¡Si cancelas este encuentro o dejas plantado a Bakugo, probablemente no tengas otra oportunidad después!

-Mgh... ¡Bien, bien.. Iré! Solo.. suelta mi pierna, por favor.

Y como fue pedido, la chica paró con su forcejeo y soltó el tobillo del príncipe, quien no se movió de donde estaba en los primeros segundos.

-Yo solamente... No quiero arruinar las cosas de nuevo- Asomó levemente su rostro fuera de las almohadas; la angustia que padecía se podía notar en su semblante.

-Y no lo harás, Ei. Solamente dile lo que tú creas necesario decirle, trata de hacerle entender que no quieres que se distancien- Ashido pasaba suavemente sus dedos entre las hebras azabaches de su mejor amigo, en un intento de reconfortarle aunque fuese un poco. -Y, por supuesto, se más cuidadoso al acercártele- Aquello último dicho se trató de algo que era entre un consejo y una broma.

Y de hecho, logró sacarle una ligera risa al chico, quien, después de ello, se removió en su lugar hasta quedar sentado, con sus piernas frente a él y cruzadas.

Su preocupación no había disminuido por completo, sin embargo, a partir de aquel instante, trataría de empujarse todavía más a sí mismo hacia aquel nuevo reto que la vida le presentaba en aquellos momentos, por más que le fuese a costar cuando llegara la hora; sabía que si no lo intentaba al menos, lo más probable es que se arrepentiría después.

-Ei- Mina le llamó una vez más, después de haberle observado por varios segundos, viendo como había permanecido callado y mirando hacia un punto fijo de la cama.

El susodicho únicamente volteó a mirarla de vuelta, sin decir una palabra.

-Deberías apresurarte si quieres llegar a tiempo ahora. Quedan menos de 5 minutos para que sean los 15 que acordaron- La chica le mostró la hora en su teléfono, sonriéndole ligeramente inquieta ante aquel hecho.

-¡Claro.. sí! Me iré ahora mismo- Casi en automático se puso de pie, tomando y poniéndose el primer calzado con el que sus manos se encontraron. Unos cuantos segundos después, ya se hallaba frente a la puerta de su habitación y apunto de girar el pomo.

No obstante, detuvo sus acciones para darse la vuelta y decirle una última cosa a la ojimiel.

-Mina.. gracias, por siempre estar ahí para darme ánimos cuando no puedo hacerlo yo mismo.

-No es nada, Ei. No tienes por qué agradecerme, no me molesta hacerlo en absoluto- Le dedicó una brillante sonrisa al príncipe. -Ahora, ve por Bakugo, no dejes que se te escape esta vez.

Kirishima simplemente asintió ante aquellas últimas palabras, para luego finalmente salir del lugar y dirigirse al jardín, con sentimientos enmarañados dentro su ser; determinación, temor, esperanza, entre muchos otros.




• • •




Bakugo se hallaba desde hace ya unos varios minutos en espera del príncipe, a un lado de la reja dorada del jardín, perdiendo de a poco la paciencia conforme el tiempo transcurría. Lo único que lo detenía de largarse de una vez por todas de allí, eran aquellos condenados sentimientos, aún muy incipientes, que tenía por Kirishima.

Las flores de nuestro amor || kiribakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora