#29; Alcanzándote

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Cada paso que daba iba lleno de cautela. Trataba de verse lo más normal y calmado posible por fuera, sí, pero realmente estaba alerta de todo a su alrededor.

Ya se había deshecho de la bola de ropa que llevó con él, aunque no en un basurero como pensó al inicio, si no que lo dejó frente a unos negocios ya cerrados, creyendo que quizás alguien podrá beneficiarse de ello y llevarse algunas prendas suyas. Por lo que ahora solamente cargaba con su mochila, camino a la estación de trenes para abandonar la ciudad en la que nació.

Y, sinceramente, no podía creerlo. Lo hizo. ¡Lo hizo de verdad! ¡Se fue del palacio!

No podía creer que, después de tanto tiempo de haber sido la marioneta de su posición en la sociedad, haya decidido finalmente librarse de esos hilos en sus extremidades y huir. Se sentía tan libre en estos momentos, haciendo lo que él quería realmente sin pedir la aprobación de absolutamente nadie. Pretendiendo que no era él, que no era el príncipe, si no una persona cualquiera. Era algo que nunca se había imaginado llegar a hacer en algún punto de su vida. Algo que no creía que sería posible.

Y ahora, aquí está. Enmascarado pero más libre que nunca. En camino para recuperar a su amor. De vuelta a Katsuki.

Debía pensar en cómo se haría llamar ahora ante otras personas. Claramente no podía presentarse ya con su nombre verdadero. Debía ser algo completamente diferente a su nombre real.

Pero eso podría hacerlo dentro de unos minutos más. Ahora mismo, su mente estaba concentrada en sus pasos y el camino literal y físico que tenía por delante.

Estaba hecho una verdadera maraña de sentimientos diferentes. Tensión, ilusión, anhelo, libertad, nerviosismo, incertidumbre, miedo.

No se sentía capaz de permanecer quieto, y qué bueno entonces que lo que necesitaba hacer era lo contrario a estar quieto: avanzar. De lo contrario, hubiera tenido que seguir limitando sus deseos a reproducirse una y otra vez en su cabeza y únicamente su cabeza.

Seguía con su trayecto hacia la estación, cuando algo captó su atención en seguida. Era una tienda aún abierta incluso a estas horas de la noche. Y pudo ver algo en específico que le interesó. En las vitrinas de esa tienda, había montones de opciones de pupilentes. Se acercó al vidrio medianamente empolvado de ese local y observó con atención esos productos, ya que una idea nueva surgió en su mente.

Lentes de contacto de color. Podría comprar un par de esos para su cambio de apariencia, ocultar el escarlata de sus irises y decorarlos de un nuevo tono distinto. Le pareció una buena idea, considerando claro el tener suficiente dinero para hacer aquel gasto y que aún le quedara para el boleto de tren.

Se adentró entonces a la tienda, yendo directo a la zona donde se hallaban todos los productos relacionados a los ojos. Qué color podría escoger... Hmm...

Pasó unos pocos minutos mirando entre tantas opciones disponibles, hasta que sus ojos captaron a la indicada, como lo pensó él, al menos: un color morado eléctrico y vibrante. Sí, no había dudas, ese color fue el que más le convenció para un cambio como el que pretendía hacer.

De modo que terminó comprándolos, y se los colocó allí mismo en esa tienda siguiendo las indicaciones y recomendaciones que alguien del personal de la tienda le informó, y cuando tuvo ambos puestos en sus orbes, se miró al espejo por varios instantes, contemplándose a sí mismo en una mezcla de satisfacción y sorpresa.

Se veía bastante bien con irises moradas, debía de admitir. Y el despedirse temporalmente del carmesí de sus ojos le hizo sentir incluso más entusiasmado por esta especie de nueva identidad que estaba formando.

Se retiró de la tienda y continuó entonces con su camino original. No tardó más de otros 10 minutos en llegar finalmente a aquella estación.

Incluso a estas horas de la noche, el lugar estaba considerablemente poblado. El bullicio no era tanto como lo sería a horas pico pero sí que estaba presente. La gente iba y venía, había filas no tan largas para las cabinas en las que vendían los boletos, otras personas esperaban sus trenes sentadas. Había gente vendiendo sus productos a transeúntes aleatorios, gente viajando por su cuenta, o viajando con amigxs o familia. Los anuncios de la estación transmitidos por las numerosas bocinas imponían su presencia cada vez que eran dichos. Más de un lugar en ese amplio sitio público se hallaba medianamente a oscuras, pues la iluminación no estaba muy bien distribuida en esta área, hacían falta más farolas.

Las flores de nuestro amor || kiribakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora