Bajo Fuego ® (Primer libro de la trilogía Collision)

Capítulo 24

No se cuanto tiempo me quedo ahí, de pié, mirando la sangre paralizada. Qué, ironía todo. Comencé mi día limpiando mi casa para recibir el año nuevo sin suciedad ni polvo y esta mujer vino y no solo la manchó con su sangre sino también llenó de suciedad mi día y una relación que podía haber sido hermosa. Siento que una mano se posa en mi hombro y giro mi rostro hacia atrás.

Donato, uno de los miembros del equipo de seguridad que me asignó Massimo me mira con cara de pena.

- ¿Que haces aquí?- pregunto.

- ¿No escuchaste? Tú jefe ha terminado conmigo. Así que tu trabajo en cuanto a mí se refiere también.

Camino hacia la puerta y la cierro con fuerza más que todo porque escucho el cuchicheo de los vecinos en el rellano.

- Sé que usted no lo hizo, hay un montón de cosas que no cuadran. Empezando porque no vi a la señora Salvatore entrar y créame, no he descuidado mí trabajo. El señor Massimo nos dió un listado de personas que no podían acceder a usted y su madre encabeza esa lista. Así que si la hubiera visto acercarse al edificio, que no le quepa duda que le detendría. Pero no la vi ¿Y sabe por qué? Pués porque una camioneta de reparto se atravesó frente a mi auto cortándome la visibilidad por lo que fueron... - mira se reloj.

- Dos minutos, tiempo suficiente para que ella entrara a sus anchas sin ser detectada por mí.

«Hija de la gran puta, planificó todo esto al dedillo».

Muevo la cabeza una y otra vez.

- ¿Cómo puede una persona que al parecer lo tiene todo, dinero, familia a pesar de sus años belleza, tener una mente tan perversa y ser tan mala?

- Eso es señorita, porque
cuando pensamos en personas malvadas, existe una tendencia a imaginar a los villanos de las películas, en personas de apariencia extravagante, que a simple vista den miedo o en psicópatas como Norman Bates o Ted Bundy. Pero la realidad, una vez más supera a la ficción y va mucho más allá. Existen personas malvadas que no tienen por qué vivir aisladas, que pueden tener cargos importantes laboralmente, Familia. Y todo esto coexistir con su mente perversa.

Tocan a la puerta violentamente.

- ¡Es la policía abran!

El temor se desliza lentamente por mis venas y se asienta en mi estómago.

Abro la puerta y un hombre canoso acompañado de dos uniformados me mira como si fuera un insecto.

-¿Es usted Mariana López?

- Sí -Contesto.

- Soy el Inspector jefe de la unidad de homicidios y tengo una orden de arresto contra usted, por el intento de asesinato de la señora Elisabetta Salvatore.

Dice un montón de cosas más pero ya no estoy escuchando, sólo siento las frias esposas rodear mis muñecas.

Al salir por la entrada del edifico soy bombardeada por preguntas y el flash de las cámaras, los periodistas están por todas partes.

Hoy parecía que sería en efecto, un día difícil para mí

y no me equivoqué.

Fui literalmente lanzada al interior de un apestoso y húmedo calabozo en la comisaría de Trevi. En mis treinta años de vida nunca había tenido ningún problema con la policía. Jamás me habían humillado tanto, querían quebrarme, me di cuenta nada más poner un pié en aquella comisaría. Imaginaba que esto formaba parte del plan de Elisabetta y mis sospechas se confirmaron cuando me interrogaron. Cada pregunta era más capciosa que la anterior, querían que tropezara con mis propias palabras pero no tenían idea de con quién estaban tratando. Tenía miedo no lo iba a negar, estaba aterrada de hecho, pero ellos no iban a ver esto, así que me obligué a colocar las cosas en perspectiva, mi mundo no estaba arruinado quizás algo dañado pero se podría reparar.