Capítulo 27

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—  ¿Qué te pasa? — pregunta Massimo mientras acaricia mi cabello. Aún lo siento palpitar dentro de mí. Ambos nos hemos quedado en silencio, yo más que en silencio paralizada aún procesando la magnitud de sus palabras « Eres mi mujer...» No es la primera vez que dice eso. Un mes atrás, el día que me dejó dijo lo mismo. Pero resulta que sus palabras lejos de alegrarme hacen que me sienta más enfadada con el. Cada una de ellas pierden valor para mí cuando recuerdo que desapareció todo este tiempo sin dar señales de vida, que haya tenido sexo con el no me hace olvidar eso. Hay una máxima que siempre ha marcado mi vida, y es que el mayor mentiroso es el que se miente así mismo. Por lo que sería la mayor de las mentirosas si dijera que no deseaba tener a este hombre dentro de mí, Massimo me gusta, y a pesar de lo que haya pasado y de lo molesta que esté con él, soy lo suficiente libre como para dar rienda suelta a mis deseos. Aunque nunca sin transgredir mi dignidad.

— Mariana... —  Massimo coloca un dedo debajo de mi barbilla nivelando sus ojos con los míos.

— Te pregunté que te pasa, siento la tensión que emana de tí.

— Los sentimientos de incertidumbre, estrés y tristeza, no son parte de una relación sana Massimo, y estas tres cosas han estado muy presente el último mes por tu causa — digo.

—  Por otro lado, no quiero que pienses que puedes usar el sexo como arma para lograr lo que quieras conmigo. Esto que ha pasado yo también lo deseaba, porque lejos de lo que la sociedad patriarcal piensa las mujeres también tenemos ganas y podemos satisfacerlas cuando y con quién nos apetezca, yo las tenía y tú me gustas muchísimo, eso es un hecho que tú conoces de sobra. Pero sigo muy molesta contigo y quiero una explicación, de lo contrario esto se termina aquí .
El asiente despacio sin dejar de mirarme a los ojos.

   —  Nunca usaría el sexo para de alguna manera manipularte Mariana, quiero tener sexo contigo porque de ese modo me siento más conectado a tí. Es una forma de satisfacer esa necesidad infinita que me provoca el solo pensar en ti, que parte de esos sentimientos hermosos que me causas. Es carnal y desenfrenado sí, pero también es emocional y profundo, y nunca lo utilizaría como un arma para llegar a tí. Te deseo con locura, no creo que haya deseado nada tanto en mis treinta y tres años de vida.

— Dice cada palabra sin apartar los ojos de mí.

— Habiendo aclarado ese punto —  continúa.

  — Sé que te debo una disculpa debí haberte llamado o...

—  O al menos contestarme cuando lo hice yo —Lo interrumpo.

     Veo arrepentimiento en su mirada y solo por eso mi corazón se descongela un poquito.

   — En cuanto a eso debo comentarte algo — frunce el ceño y su rostro se vuelve pensativo.

   — Creo que Giovanna borró el registro de esa llamada que dices que no contesté, básicamente porque nunca la vi. El día que mi padre murió, llevé a mi madre a su casa para que descansara un poco. Giovanna vino con nosotros. Ya te he contado lo unidas que están mi madre y ella, en fin. En el auto ella me pidió mi móvil para llamar a su padre e informarle de la noticia de la muerte de papá ya que su teléfono se había quedado sin batería. Cuando llegamos a casa de mi madre ella se puso mal y la llevé a su habitación, estuve con ella hasta que logró dormirse. En todo ese tiempo Giovanna tenía el móvil. Así que supongo que cuando llamaste ella fue quien vio la llamada, el resto ya puedes imaginarlo.

 Bajo Fuego ® (Primer libro de la trilogía Collision)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora