- Capítulo 1 -

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Londres, Inglaterra.

Él joven chico estaba caminando con un rumbo fijo pero tomando el camino más largo y tranquilo, escuchando su mejor playlist, perdido en sus propios pensamientos, en medio de una espesa niebla que no le dejaba ver claro más allá de algunos pasos delante de él, la luna alumbra hasta donde el clima se lo permite, en medio de las calles que marcaban el camino a su casa, alcanzaba a distinguir algunas sombras a su alrededor que le indicaban que no estaba solo, conforme avanzaba a un lugar con más movimiento la niebla lo abandonaba de a poco, dejándolo con una sensación abrumadora pues ya estaba caminando sobre una calle más transitada y la gente lo rodeaba, caminaban a paso lento viendo aparadores, entrando a restaurantes con clara popularidad, otros más iban caminando en grupo, hablando fuerte y riendo escandalosamente, una pareja de enamorados paso justo a su lado, tomados de las manos, sonriéndose como si fueran los más afortunados, tan perdidos en la presencia del otro que no lo notaron al chocar él, solo le queda lanzar un suspiro y darse cuenta que rodeado en un mar de gente es cuando más solo se siente.

Después de unos minutos más caminando por fin avistó la calle donde se encontraba su casa, una zona de clase media-alta, con residencias amplias, nada extravagante, pero aun así con arquitecturas agradables, espacios verdes amplios frente a cada casa, las calles bien aluzadas, muy poco transitadas, vio a uno de sus vecinos saludarlo desde la otra calle mientras este paseaba a su perro, un labrador enorme color canela, el chico no sabía bien quien paseaba a quien.

Se quedó parado frente a su casa, una residencia de dos plantas, pintada de color blanco y adornada con con tejas color rojizo, mientras cruzaba el espacio verde frente a su casa pudo percibir el característico olor a zacate rociado, por la humedad del clima en la ciudad, era un olor bastante presente en la zona, subió el par de escalones hacía al porche y se detuvo un momento, entre las hermosas flores de diferentes tipos y colores que su mamá tenía en la entrada para adornar su hogar, en esos maceteros que se había empeñado en comparar desde el momento que sus ojos los vieron, entonces ahí parado frente a su puerta, tratando de decidir entre pasar o quedarse otros minutos más afuera, talvez sentarse en ese sillón-columpio al final de su porche se vea más tentador que entrar a su propia casa.

Se armó de valor, suspiró profundo y se preparó una vez más para que empezara la función.

- ¡Hola mamá! - Dijo al entrar a su casa mientras su vista la encontró atravesando la sala, llegando hasta la cocina donde está ella.

- ¡Hola, Harry! ¿Qué tal, la escuela de arte? - Preguntó ella, con su hermosa y característica sonrisa en el rostro.

Harry la vio y no pudo evitar que le contagiara la alegría con su amor, así que inevitablemente le devolvió la sonrisa con un poco de esfuerzo, que solo él notó.

- Fue bueno para mi alma, mamá. - Bromeó Harry.

- ¡Ah menos mal! Yo casi termino algo que será bueno para tu estómago - Dijo ella mientras se le escapaba una pequeña risa.

Harry se rio con ella y seguido a eso subio a su habitación.

Ella era una mujer hermosa y tan amorosa, que su alegría era contagiosa, su amabilidad inspiradora y su fe en Harry alentadora para él, jamás había dejado de apoyarlo, ni un solo momento, incluso cuando él le dijo que quería estudiar música, que sería increíble que lo hiciera en el Royal Academy of Music, ella no dudo en alentarlo, a pesar de que Harry ni siquiera hubiera hecho el intento por ingresar.

En esos momentos su ahora ex novia Savannah, decidió que él no era suficiente para ella, su excusa para dejarlo no fue la típica de "no eres tú, soy yo", no, ella espero dos años de relación para explicarle clara, fría y detalladamente como es que él era el chico más común del planeta, le explicó que, aunque tuviera montones de chicas intentando llamar su atención, él no era más que un chico apuesto, sin nada profundo que ofrecer más allá de sus lindos ojos verdes y perfecta sonrisa con hoyuelos, Harry jamás olvidaría sus palabras.

El arte de amarte - Larry Stylinson -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora