- Capítulo 22 -

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Anne era una mujer fuerte, encantadora, luchadora, no le temía a nada y principalmente era una mujer muy inteligente. Cuando se casó con Des lo hizo muy enamorada, ella estaba encantada en cómo aquel hombre estaba feliz porque serían padres, fue algo que la tomó por sorpresa, que movió su mundo y le arrebató su brillante futuro, pero eso no le importo mucho cuando Des brincaba de felicidad al saber que serían padres, cuando Anne fue desterrada de su familia, su corazón se rompió en mil pedazos, saber que su padre había sido tan duro con ella como para haberla corrido no sólo de su casa, sino de su vida, la había hecho entrar en una especie de depresión, depresión que se desvaneció por completo cuando vio los ojos verdes de su hija, Gemma.

Des nunca había sido tan feliz como ese día, Anne tampoco, en cuanto conoció a su niña, ella olvidó que había sido desterrada de su familia, pues en sus brazos estaba el inicio de una nueva que inicia con Des.

El hombre cabeza de familia, se esforzó todos los días para crecer de puesto en su trabajo, pasaba mucho tiempo fuera y cuando estaba en casa, discutía con Anne, se había vuelto alguien celoso y posesivo, constantemente la acosaba con preguntas que la hacían sentir como un objeto más que como una persona, cuando Gemma tenía tres años la vida de Anne era un completo infierno, constantemente pensaba en dejar a su esposo pero no tenía trabajo, no había terminado sus estudios y su padre no le hablaba, ella mantenía contacto con su madre, siempre lo hizo, pero sus esposos eran un problema muy grande para que ellas convivieran como era debido.

Un día Anne se había retrasado en su horario y por poco no alcanza a hacer las compras de los víveres de la semana, había dejado a Gemma con su niñera, una adolescente que era su vecina y siempre la sacaba de apuros cuando tenía que salir y Des no estaba para quedarse con la pequeña.

Cuando salió del supermercado ya era de noche y moría de hambre, en realidad podía conducir a casa y prepararse algo, pero también estaba hastiada de estar encerrada al servicio de lo que su familia necesitara, ella anhelaba un respiro, anhelaba tiempo a solas, un cambio de aires, así que condujo a un restaurante - bar no muy lejos de ahí, entró con algo de cautela, era una joven madre de familia que cenaría sola en un restaurante y talvez pediría una cerveza.

Tiempo atrás Anne ya había dejado de ser aquella mujer fuerte e independiente, estar con un hombre tan posesivo la había hecho cambiar, se había vuelto un poco insegura y temerosa, su esposo siempre la hacía sentir culpable y que hacía las cosas mal, ella había estado aislada de su familia y amigos, no había quien le recordará que ella era una mujer fuerte. Des quebró su espíritu y apaciguo su esencia.

Pero la esencia de alguien nunca se desvanece, eso es algo con lo que nacemos y morimos, no importa cuánto lo ignoremos o intentemos cambiarlo, la esencia es lo que somos, es un don que se nos obsequia al nacer y él de ella era la fuerza.

Aquella nítida voz en su interior que había callado durante mucho tiempo para no tener más problemas con su esposo, fue la que le dijo que se diera un respiro, que entrará a ese lugar y disfrutará de su mera compañía.

Se sentó en una mesa no muy lejos del pequeño escenario que se encontraba ahí, no le tomó mucha importancia, ordenó un platillo de carne con verduras y pasta, acompañados por una cerveza, mientras ordenaba, algo llamo su atención.

- Hola buenas noches, mi nombre es Edward y los voy a estar acompañado durante su estancia con nosotros. - Su voz era gruesa, profunda y lenta, su cabello caía en perfectos bucles color caoba, no muy largos, su piel un poco tostada, complexión alta y delgada, sus labios llenos y sus perfectos ojos cafés que tenían un brillo especial mientras veían sus dedos en la guitarra que tocaba, asegurándose de que ningún acorde fallará.

Anne veía embelesada al hombre sobre el escenario, que interpretaba un cover acústico de crazy de Gnarls Barkley. Ella no tuvo idea de porque se perdió en la voz de aquel hombre, talvez era porque era guapísimo, talvez porque la manera en la que interpretaba aquella canción era única, talvez era porque la canción le quedaba como anillo al dedo o todas las anteriores.

El arte de amarte - Larry Stylinson -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora