21.

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—¿Abbie? ¿qué haces aquí? —intento sonreírle a su cara seria, aunque tampoco sé muy bien qué hacer. En mitad de mi huida lo último que me esperaba era esto. ¿Qué cojones está pasando?—. No sabía ni que estabas viva.

—Déjate de tonterías —se acerca a mí y me quita el móvil que todavía agarraba con fuerza en la mano. ¿Pero qué...? ¿qué...? ¿Abbie?—. ¿Dónde está?

—¿Qu-qué? —Intento cogerlo de vuelta, pero se aparta y me apunta con una pistola. ¿Una pistola? ¿por qué tiene una pistola?

¿Por qué Abbie ha aparecido en mitad de una calle después de años y me está apuntando con una pistola? ¿y por qué parece enfadada conmigo?

Qué

cojones

está

pasando.

—¿Dónde está Christian?

¿Qué? ¿Christian? ¿Abbie... Christian?

—¡Responde! ¡¿dónde está mi hermano?! —Su pistola se clava en mi sien. Está fría, pero el cuerpo me quema.

—¿Hermano? —Hermano... Abbie... Su padre... La hermanastra de Bunge...

Abbie Bunge.

—¡No te hagas la tonta ahora! —Está gritándome, ¿está nerviosa? No puedo moverme. Abbie Bunge. Está mucho más consumida que la última vez que nos vimos—. ¿Dónde lo tienes, hija de puta? ¿ya lo has entregado? ¡Contesta!

La hermanastra lejana. La que se escapaba de casa cada vez que le tocaba con su padre, la que lo odiaba tanto por haber dejado a su madre.

—¡Abbie, detente!

Me giro hacia la voz. Andy. Por fin ha llegado Andy. También está nervioso y también tiene una pistola.

—Esto no es lo que acordamos.

Ahora él le apunta a ella.

¿Qué...?

Andy... ¿y Abbie...?

—¡No me dijiste que era ella! —vuelve a mirarme, con asco—. ¿Por qué lo has hecho? ¿para vengarte?

¿Qué? ¿vengarme? 

Vengarme...

¿No dijo El Jefe algo de esto también? Y me miró, me miró a mí, serio por una vez en su vida.

Todos merecemos nuestra propia venganza.

—No sé de qué me estás hablando. —No tiene sentido, El Jefe es el que se quiere vengar, no yo.

—Deja de tratarme como si fuera gilipollas —me escupe con rabia—. ¿Dónde está?

Reacciona, Nayla, recuerda que necesitas ayuda. Va a ser medianoche si no lo es ya, El Jefe va a empezar a dudar en cualquier momento. Puede que nos estén siguiendo.

—Christian está bien, bajad las pistolas —les pido cuando por fin puedo volver a pensar. Ahora necesito su ayuda, ya le preguntaré después a Abbie sobre su vida y sobre cómo se ha enterado de todo esto, ¿por Andy?—. Está en la fiesta, está bien.

—¿No le has hecho nada? —Andy parece sorprendido, yo niego con la cabeza.

—No he podido.

—Entonces llévanos a esa fiesta —ella sigue agresiva. ¿Por qué no me cree? Sabe que nunca le haría nada malo.

—No, ¡no! —Tengo que huir, no volver—. Está bien, le he dicho que se quede con sus... vuestro... sus padres, que no se separe ni un momento. El Jefe me ha dado tiempo hasta medianoche, va a empezar a sospechar en cua- 

La chica del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora