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A la mañana siguiente, después de intentar en vano durante tres horas que el colchón se me tragase para dejar de sufrir de dolor por los cinco cortes en la mano al haber roto el cristal, decido hacer algo útil con mi vida. 

Tengo que ir al campo de fútbol para ver si están los "caza talentos" que se supone que nos estarán observando estos días para ver a quiénes escogen del barrio de los que envíen la solicitud para la Academia Risum. Se ve que El Jefe se las ha ingeniado para que vengan a observarnos expresamente a los de Barracas, según me contó Chiara ayer por la noche en un intento de animarme cuando reaparecí en Il Paradiso hecha mierda después de salir de casa de los Saadi. 

Además, tampoco he podido dormir mucho por los ronquidos de la habitación de al lado. Seguro que Hannah se ha preocupado muchísimo porque nos quiten la casa mientras se estaba follando al viejo que ronca. 

Bueno, ya vale de quejas. No voy a acabar en la calle, voy a hacer todo lo que sea posible para entrar en la Academia Risum.

Si Karîm no lo ha jodido todo ya...

Me levanto de mala gana y recojo toda la ropa sucia que hay tirada por el suelo para meterla en una bolsa de basura y llevarla a lavar. Al moverme me doy cuenta del mal olor que llena la habitación. No, espera, no es la habitación. 

Huelo mi sobaco. 

Coño, necesito una ducha urgente. 

Me arreglo el calcetín que me he envuelto a modo de venda en la herida de la mano y arrastro los pies hasta la salida como si en la bolsa llevara piedras. ¿Por qué tuve que romper ese cristal?

Papá siempre me decía que tenía que aprender a controla mi rabia, sobre todo cuando lo llamaban del instituto porque me había vuelto a pelear con alguna compañera de clase en Whitehall porque se habían vuelto a reír de Abbie y Jake, mis únicos amigos entonces.

Él se adaptaba a las normas, él era el ciudadano ejemplar.

Y acabó mal.

Miro al cielo con los ojos llorosos, debe ser culpa de la contaminación del aire. Le sonrío a los pocos rayos de sol que se dejan ver entre las nubes, ¿quién tenía razón al final, papá?

Ojalá la hubieses tenido tú.

Vale, ya está, ya dejo de aburrirte con mis dramas. 

Robo algo de detergente antes de salir disparada de la lavandería cuando el ciclo corto de lavado termina aprovechando que la vieja sí que está dormida. Ahora viene lo importante: ¡un partido de fútbol como prueba para entrar a la academia me espera!

Claro, si Karîm ha enviado la solicitud.

Al volver a casa me encuentro con la puerta abierta de par en par, lo cual significa que Hannah y su novio ya se han despertado o que quien se ha colado en casa es...

—¡¿Me puedes decir dónde estabas esta noche?! ¡¿y por qué tienes todo el santo día el móvil en silencio?! ¡esa bolsa está chorreando! —me quita la bolsa de basura nada más doy un paso dentro de casa y observa la ropa húmeda como si fuera lo más horrible que ha visto en su vida—. ¡Así va a quedar arrugadísima!

Te presento a mi mejor amiga, Zendaya.

Deja de gritarme cuando, tras revolver entre toda la colada, cae al suelo la bolsita de detergente. Sus enormes ojos se clavan en mí y su voz de ardilla vuelve a su misión eterna de querer destrozarme los pocos tímpanos que me han dejado las fiestas.

—¡¿Cuántas veces os tengo que decir que dejéis de coger cosas que no son vuestras?! —chilla, sin dejar su tonta costumbre de evitar palabras como "robar". A veces me pregunto de qué manera alguien tan correcta como Zendaya ha podido sobrevivir en Barracas.

La chica del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora