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—¿Dónde van? ¡tenemos que estar escondidos! —se queja Milo, pero sale al patio casi antes que yo. 

Nos ponemos al lado de las gemelas en la entrada a la residencia y al lado de otros cuatro que Margot conoce para esperar a que el chófer abra la puerta trasera de la limusina.

Un pie, con zapatillas de 200€. El otro. Unos pantalones caquis, de estos típicos. Un polo blanco de Lacoste. Vale, le sobra la pasta. ¡Si hasta lleva reloj! Y gafas de sol. Y el tupé rubio que le vi en las fotos. Y un moreno de rico. Moreno de me voy de vacaciones con mis papis a la playa nada más acabar los exámenes mientras vosotros empezáis a buscar trabajo para verano. 

Qué guapo se cree entrando por la puerta de la academia. Los que han salido como nosotros de la residencia ahora están dándole la bienvenida en el centro donde se unen los caminitos de tierra. Ni que fuera Kevin.

—Ojalá fuera nuestro Christian Grey —Margot me da un codazo juguetón y suelta una risita. Ya sabes, las hormonas—. Viene ahora porque estaba de vacaciones en Ibiza.

¿Ves? Moreno de rico.

—Es el hijo del señor Bunge, ¿lo conoces? 

—Sí, he oído hablar de él. —A Carlo, por ejemplo. Margarita sigue suspirando a mi lado:

—Es el chico más popular de nuestro instituto, creo que es el crush de la mitad de nosotros.

¿Van al mismo instituto? Por eso debe conocerse con los amigos de Bunge que estaban esperándole. Así que Margot también es de Whitehall.

—Si que deben dar sus papis plata a la academia, alto chupamedias —se burla Milo, haciendo que deje de mirar a Margot. Al volver la vista al recién llegado, veo que el director le está recibiendo personalmente.

Tiene que ser una broma.

Joder, que hasta el director lo conoce, que es demasiado importante. ¿Dónde cojones me he metido?

El chófer saca las maletas y Christian se dirige hacia nosotros. Bueno, hacia la residencia, pasa a nuestro lado sin mirarnos. Milo lo insulta por lo bajo porque tiene envidia de que lleve ya a una chica colgada de cada brazo diciéndole que le van a enseñar la academia. 

A ellas las mira, a mí no. 

Normal, mira qué bonito tienen el pelo y la piel. Yo lo tengo en un moño porque se me pone grasiento en seguida y la piel quemada por estar todo el día en la calle. Y qué mona y ¿veraniega? es su ropa y qué bien les queda. Y yo soy un palo con una sudadera en julio. ¿Cómo voy a llamar la atención de un chico así... siendo yo así?

—La loca de tu amiga y su hermana también se fueron detrás del trolo. —Creo que mi confianza también se ha ido detrás de él para tirarse por la primera ventana que vea, Milo—. ¿Por qué tenés esa cara de orto otra vez? ¿vos no te calentaste con el Justino?

—Tiene demasiadas maletas. 

¿Tú lo has visto? ¿tú has visto a ese chaval? ¿al puto Christian Bunge? Que parece un principito, joder, que no es justo. Y luego estoy yo, aquí, con... con... Joder, qué mierda todo. ¿Qué voy a hacer para llamar su atención?

¿Por qué había dado por hecho que iba a caer rendido a mis pies? Me he emocionado tanto por haber entrado a la academia que no me he tomado en serio la parte del secuestro.

—¿Venís?

Suspiro y voy detrás de él cuando me muestra el balón de Topo que por las prisas ni ha dejado en la habitación. Hay gente tirada por el césped, el sol ya está bajando y la brisa por fin refresca el ambiente. Se oye una canción indie en un altavoz. 

La chica del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora