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Finales de junio, jueves tarde

Joder, puta resaca.

Definitivamente ayer nos pasamos con celebrar que empezaba nuestro último verano juntos. Encima estoy bañada en sudor, tengo ganas de vomitar y he intentado darme una ducha pero no sale ni una mísera gota de agua fría. En fin, parece que voy a tener que salir de casa con los ojos hinchados por haberme dormido con el rímel puesto y apestando a sudor. 

Vuelvo a mirar el grifo de la ducha, ¿y si me suicidase colgándome de ella para acabar con todo este sufrimiento? 

No, quita, que seguro que la pared esta de mierda acababa cayéndose por mi peso. 

Suspiro.

Bueno, ya basta de quejas. Piensa que ya es jueves, tranquila, no queda nada para el sábado. 

EL SÁBADO.

A ver, espera, un momento.

Me he puesto a hablar así de repente y te debes preguntar que por qué el hecho de que quede poco para el sábado está evitando un intento de suicidio muy lamentable en una triste mañana de resaca. ¿Seguro que no eres un juez en busca de Tabone y por eso estás aquí? Como sea, después de todo he sido yo la que ha insistido para que estés aquí, así que permíteme presentarme:

Soy Nayla Hopkins y mi sueño desde pequeña ha sido dedicarme al fútbol. 

Aunque, seamos realistas, soy una adolescente viviendo en Barracas, el peor barrio de la ciudad, con apenas estudios y aún menos dinero. Había asumido que era, pues eso, solo un sueño. Hasta el otro día cuando en el muro del campo de fútbol me encontré el sello de El Jefe, Carlo Tabone para los amigos; indicando que tenía un trabajo para uno de nosotros.

Después, cuando por la noche volví a casa, había pegado en la puerta un papel en el que estaba escrito un "¿Quieres cumplir tu gran sueño?" como si fuera un folleto de propaganda cualquiera. A diferencia de que este volvía a tener el sello. Ya no había lugar a dudas: El Jefe me buscaba a mí.

Por eso tuve que buscar a su hija menor, Lara, para que ella le hiciese llegar mi interés por aceptar el nuevo trabajo que quiera mandarme. Me contestó: "Tú. Sábado. Puente. Recibirás noticias antes." Siempre habla como un telegrama, no sé si porque no domina el castellano o porque es rara de cojones de por sí.

Y por eso ahora que llegue el sábado es mi único consuelo para este despertar de mierda.

Acabo de vestirme y momentos después estoy bajando las escaleras de tres en tres intentando no comerme el suelo. Es genial que vivamos en una casa de dos pisos pero no pueda ni ducharme. Como al principio la pagaba Amanda...

—¡Vaya, cariño, estás despierta! 

¿Pero qué cojon-

—¡Me cago en la puta! —chillo al encontrármela de caras. Casi se me sale el corazón del pecho, me acabo de despertar de golpe. Cuando me recupero paso a su lado empujándola con el hombro—. Vaya, Hannah, y tú sigues viva.

Lleva todo el maquillaje corrido y el vestido va a cortarle la respiración. Le podría echar en cara que no haya dado señales de vida en tres días, pero razonar con ella es como hablar con una pared.

De verdad, yo ya no sé quién es la madre de las dos.

¿Habrá traído algo de comida por lo menos? Porque sin luz ni agua no me puedo hacer ni unos tristes macarrones.

—¡¿Me estás escuchando?! —Su grito hace que casi me dé con la puerta de un armario de la cocina tras abrir todos esperando que por arte de magia tuvieran algo más que telarañas. No, no ha comprado ni pan—. ¡Tenemos que hablar! 

La chica del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora