Ha llegado el gran día.
Digamos que, gracias a las clases de Margot de estos tres últimos días, con Bunge tenemos un trato cordial. Me corresponde el saludo cuando me lo cruzo por un pasillo o me pregunta qué tal me va el día cuando quedamos por las tardes para el repaso. Además, he aprendido varias cosas de él, algunas que ya sabía: que es hijo único pero tiene una hermanastra, quiénes son sus padres y a qué se dedican, que sus fiestas favoritas son en la playa, que ha conocido a varios futbolistas famosos...
Por mi parte, cuando ayer Margot en la clase de repaso no pudo resistirse más y me preguntó por qué no venía a visitarme mi familia, les conté que tengo madre soltera y que, como siempre ha hecho, tiene que trabajar todos los días para poder sacarnos adelante y por eso no tiene nada de tiempo libre. La misma mentira de siempre. Ella intentó consolarme y Bunge no dijo nada. Al menos no me miró con pena.
Aunque no voy mal, creo que no se refería a esto El Jefe con ganarme su confianza, así que hoy es el gran día. Con alcohol de por medio seguro que es más fácil.
Hablando del alcohol, hoy mi tarea ha consistido en quedarme vigilando donde los coches que nada saliera mal, es decir, distraer a algún guarda si tenía la intención de registrar a los que estaban colándolo. Conmigo estaban Milo, Gus y Matías, pero los dos primeros acaban de irse en busca del resto al ver que todo ha salido bien.
Así que estoy haciendo un esfuerzo importante para comportarme normal con Matías ahora que nos hemos quedado a solas porque, cada vez que lo miro, vuelvo a recordar sus besos y sus lágrimas de la otra noche.
—¿Vamos? —señalo con la cabeza la academia por donde acaba de desaparecer los otros para dejar de morirme de los nervios y él asiente—. ¿Qué tal todo por Barracas?
No ha vuelto a mencionar el tema desde que vino con la pistola, hace prácticamente casi una semana.
Mira el suelo. Ya empezamos.
—Vino mi padre —dice y habla tan bajo que con todas las conversaciones de alrededor casi no lo entiendo—. Habló con mamá...
—¿Cuándo? —pregunto al ver que se ha quedado callado.
—Hace dos días. Ayer también.
¿Por qué no me contó nada?
No parece triste ni preocupado con que su padre haya aparecido dos veces seguidas por casa.
—¿Cómo está tu madre? —¿Quizá ya no me cuenta las cosas por llamarle cobarde el otro día?
¿Y si ha perdido la confianza en mí? Con lo que le cuesta abrirse...
—Bien.
Voy aflojando la marcha para observar cada milímetro de su rostro en busca de alguna mueca de tristeza, pero más bien está a punto de sonreír.
—¿Nay? —se gira hacia atrás al ver que me he quedado quieta en mitad del camino hacia la residencia.
¿Bien? ¿y está sonriendo? ¿cuando hace una semana iba a pegarle un tiro?
—Puedes seguir contando conmigo. —¿Por qué me está diciendo lo que le diría a Zen?— Lo que te dije la otra noche fue una gilipollez, estaba enfadada.
Asiente con la cabeza.
Y eso es todo.
¿Eso qué significa? ¿que estamos bien? ¿que quiere evitar el tema? Joder, Mat, exprésate por una vez en tu vida.
—¿Entonces...? —me acerco un paso a él pero me detengo porque hay mucha gente y hace mucho calor, mejor mantener las distancias—. Tú madre está bien.
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La chica del fútbol
Fiksi RemajaMe llamo Nayla, tengo 17 años, y mi hobby favorito es meterme en problemas. Por algo soy la mano derecha del capo italiano de turno, El Jefe. Él fue quien prometió cumplir mi sueño de dedicarme al fútbol a cambio de un pequeño trabajito. Y yo, por...