Cuando volvemos al taller me dejan conducir y salgo del coche dándole hostias a Gustavo porque no ha parado de hacer bromitas de "mujer al volante peligro constante".
—Qué enferma me pone —resoplo mientras lo vemos alejarse por el callejón porque ha quedado con alguien a estas horas de la madrugada.
—No lo dice en serio.
Yo no estoy tan segura, pero decido no ponerme a discutir con Matías ahora que nos hemos quedado a solas y llevo varias cervezas encima.
—Yo... me voy ya que es muy tarde.
Venga, no me jodas. Le pongo ojitos y, para mi sorpresa, niega con la cabeza muy seguro de sí mismo.
—Mañana trabajo.
Ya, coño, siempre trabaja. Y aún así sale de fiesta o se pasa las noches fumando porros con el Negro o jugando a la play con Gus o-
Bueno, vale, tampoco voy a ser pesada.
—¿Vendrás el sábado?
¿Qué? Tengo todo el derecho del mundo de tener ganas de ver a mi amigo.
—¿Estarás con él?
Dejo de acercarme a él con una sonrisa de boba y le miro con el ceño fruncido. No sé a qué se refiere, pero ha puesto el mismo tono que cuando ha explotado antes en el descampado cuando le he insistido que por qué estaba tan callado y me ha gruñido "nos hemos pasado la noche hablando de tus (mis) chicos", y eso no me gusta nada.
—¿Con qué "él"? —le pregunto porque parece que no va a decir nada más ya que ha vuelto a bajar la mirada. Qué le pasa, en serio.
—Christian Bunge —dice y se traba al pronunciar su nombre, lo que me hace sonreír. Es tan mono.
—Ojalá —me río.
¿Te imaginas estar ya liada con Bunge el sábado? Qué fantasía.
Cuando me quiero dar cuenta el tonto este ya se está yendo, por lo que acelero el paso, me tropiezo, casi me como el suelo y lo alcanzo.
—Joder, Matías, era solo una broma. El sábado estaré con vosotros, que puedo pasar perfectamente de él.
Me sigue mirando como un crío enrabietado. Calma, Nayla, calma, será las cervezas que nos hemos bebido en el solar lo que le hace estar tan tonto.
—Ya veremos.
Y así, sin más, se marcha. Ya veremos qué.
—¡Vete a la mierda! —Puto subnormal.
Que se joda, si no quiere aprovechar por un rato que podíamos estar solos es su problema, él se lo pierde.
Suspiro.
La calle está casi a oscuras y muerta. Normal, si van a ser las seis ya. Mejor le mando un mensaje a Zendaya avisándome de que ya me largo.
Debería colarme en el primer bus que pasa por la madrugada para ir a la academia, o incluso me da tiempo para ir caminando y así poder despejarme un poco. Sin embargo, me falta una última cosa que hacer: tengo que comprobar que Hannah sigue viva. No es que se lo merezca ni nada pero, joder, la dejé tirada borracha en las escaleras y... no sé.... si necesita ayuda...
—Por ahí no se sale de Barracas.
Me sobresalto al oír la voz a mis espaldas al pasar por delante de Il Paradiso y al momento saco la navaja. Al girarme para enfrentarme al desconocido, los ojos de Andy me reciben y no sé si relajarme o preocuparme más.
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La chica del fútbol
Teen FictionMe llamo Nayla, tengo 17 años, y mi hobby favorito es meterme en problemas. Por algo soy la mano derecha del capo italiano de turno, El Jefe. Él fue quien prometió cumplir mi sueño de dedicarme al fútbol a cambio de un pequeño trabajito. Y yo, por...