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Ya es martes por la noche y es hora de lanzarme después de haber seguido actuando como una tonta coladita por el principito. Ahora que estoy segura que me sigue el juego y que no ha vuelto a hablarle a la pobre Zahara desde que rompió con ella, es hora de dar el siguiente paso.

Doy dos toques a la puerta de su habitación. Tranquila, Nayla, todo irá bien. 

O, si me manda a la mierda, al menos sé que nadie más lo verá porque el niño bonito pidió que su habitación fuera solo para él.

La puerta al fin se abre.

—¿Nayla? ¿ocurre algo? —Ha dejado el móvil encendido sobre la cama y va sin camiseta. Tendrá dinero para lo que quiera, pero en camisetas estoy segura que no gasta mucho.

Como respuesta me limito a mostrarle las cervezas que me compró el, ahora confirmado por Zen, novio de Karîm. Tengo que ver qué predispuesto está a pasar tiempo a solas para hacer algo que yo le proponga.

—¿Te apetecen? Para animarnos antes de que mañana los exámenes nos jodan la vida. Necesito desconectar.

Antes de que le dé tiempo a discutirme que ya van a ser las diez y media o cualquier mierda, le intento dar pena contándole que ninguna de las chicas quería salir ahora al patio porque no querían arriesgarse. Sé que eso no es problema para él.

—¿Y tu amigo Milo?

Joder, mira que se hace de rogar. ¿De verdad voy a tener que volver a arrastrarme por él?

—Bueno, vale —suspiro y vuelvo a rendirme ante él—, me has pillado: quería invitarte a ti. Pero —remarco el pero— solo porque te debo esa que te tiré la primera semana.

Eso le hace sonreír. Se apoya en el marco de la puerta y me mira con los brazos cruzados y las cejas alzadas.

—¿Así que me traes tres cervezas a cambio de esa?

—Son los intereses —le guiño el ojo y él se ríe. Va a estudiar empresariales y vi que tiene una aplicación para invertir en bolsa en el móvil, sabía que le iba a gustar ese chiste de mierda—. ¿Te apuntas o no?

Levanta las manos como señal de rendición.

—Sería de mala educación rechazar esta gran oferta. —¡Bien, le ha gustado! 

—Te he tenido que pedir perdón y agradecer tantas veces en tan poco tiempo que he tenido que aumentar el nivel —bromeo y su risa me anima a tomar su mano con la excusa de tirar de él hacia el patio después de que coja el móvil y algo para dejar de estar medio desnudo. Sigue así, Nayla, a la gente le encanta que le recuerden lo geniales que son.

Joder, que ha aceptado. Ya está, ¡ya está! Es mío.

Bueno, calma, tampoco tengo que confiarme. Con solo dos frases y un par de cervezas he conseguido que salga, pero ya lo ha hecho más veces y sé que aquí dentro se siente intocable. Lo que tiene conmigo es solo un juego más para él. No será tan fácil llevarlo a Barracas, donde no es su terreno. 

—Tendrían que despedir al guarda que tiene turno de noche —comento después de que hayamos podido llegar al muro del campo, donde estuve con Matías, sin ningún problema. Él se sigue riendo, no sé si de mi comentario o de que aún no asimila que le haya hecho saltar por la ventana del baño después de confesarle que ya lo había hecho para escaparme a Barracas.

"Estás loca" me ha susurrado tres veces entre sus carcajadas suaves, casi como si se riera en silencio.

Nos sentamos y levanto mi cerveza en su dirección tras abrirla:

La chica del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora