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—¿Te gusta esta? ¿o mejor esta?

Le gruño escondida debajo de la almohada.

—Jolín, vale, perdón, ¡es que estoy muy nerviosa!

—Es solo Milo —le quejo con la cara aplastada contra el colchón.

Anoche tuvimos una noche de confidencias en la que Margot me abrió su corazón cuando su hermana se fue a dormir a la habitación de Topo.

—Estoy muy feliz  por ella, de verdad, pero siento que yo solo espero y la vida va pasando y yo solo sigo esperando —me dijo tras explicarme que nunca había estado con nadie. 

—Pues si tanto te preocupa deja de esperar que el amor te caiga del cielo y haz algo —la animé yo.

Después le gruñí que me dejara dormir de una puta vez porque ya se nos habían hecho las dos de la madrugada.

Por eso esta mañana está decidida a ofrecerle a Milo clases particulares de matemáticas tras preguntarme veinte veces si estaba segura que no me gustaba el argentino porque no querría estropear nada que tengamos entre los dos.

Es demasiado inocente.

Yo, como soy buena persona y no quiero ver cómo Milo la rechaza porque está encoñado de la tal Penny, le he dicho que sea más sutil y que no se las ofrezca solo a él, sino también a Carlota y Christian. 

A Carlota le he enviado un mensaje diciéndole que si acepta conseguiré que Margot vaya a la fiesta del sábado y Bunge, bueno, solo me queda rezar que de verdad le importe hacerlo bien aquí en la academia y se anime a venir con su amiga Carlota. ¿Ves? Mi cerebro puede funcionar hasta a las siete de la mañana de un martes habiendo dormido solo cinco horas por culpa de Margot.

—¡Nayla, vamos! —se ríe al verme todavía en la cama empanada mirando cómo se acaba de preparar la mochila y, cuando abre la puerta, me obligo a levantarme—. ¡Levántate o vas a llegar tarde!

—Que no, ve, ve, que en cinco minutos estoy.

Obviamente llego tarde. 

Al entrar a clase la chiquilla en busca de su amor me dice que los dos de Whitehall han aceptado sus clases, pero Milo no porque no está interesado en estudiar.

Le convenzo que si hablo con él, ella a cambio irá al menos a decir hola a la fiesta del sábado para que Carlota deje de insistirme con el tema. Acepta, aunque me obliga a acompañarla.

Así que voy a sentarme al lado de Milo, que está poniendo incómodo a Topo preguntándole qué tal la noche con Nora. Cuando la profesora de matemáticas entra mandándonos callar a todos me pongo manos a la obra.

—¿Ya has terminado con tu interrogatorio? —le susurro cuando la mujer empieza a escribir en la pizarra y Topo se pone a dibujar en el cuaderno.

—Este pibe no me cuenta nada, viste —se lamenta, arreglándose la bandana, sentado en su mesa vacía como quien está en el sofá de su casa—. Ni me dijo si son novios, si ya garcharon, ni sé si chaparon... Quizá y se pasaron la noche viendo muñequitos japoneses.

¿Qué?

—Sí, boluda, esos que hacen nyaaa.

...

¿Qué le ve Margot de atractivo a este tío?

—Ya... lo que digas —me aclaro la garganta y me inclino más hacia él para ejercer presión—, deberías venir a los repasos de matemáticas que quiere hacer Margot.

—Dejen de cargarme con eso, sabés que no estoy acá para llegar al campeonato.

Es un vago de mierda, pero también buena gente, así que puedo usar el chantaje emocional contra él.

La chica del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora