Capítulo 4 ❌

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Capítulo 4 "Si que estás amargada"

Narra Lucía

-¡Joder!-Gritó María entrando en mi despacho.-¿Cuándo piensas dejar de trabajar, joder? Llevas aquí todo el día.

Yo levanté la cabeza y la observé durante unos segundos. Puse los ojos en blanco y continué trabajando. No podía entender por qué tanta queja por trabajar. Hacía algo que me encantaba. Y por lo que se ve, no puedo hacerlo tranquilamente.

-Te recuerdo que salí esta mañana para un juicio y después me fui a comer con Conchita. Además, que hablé durante un rato con mi padre. Llamó a ver qué tal estaba.-Expliqué mientras seguía hojeando algunos informes policiales. También llevaba un caso de violencia de género.-Así que, teóricamente... No llevo aquí encerrada todo el día, como estás diciendo.

Oí como María resoplaba tras escuchar mi respuesta. En aquel preciso instante, tiré mi melena castaña hacía atrás y masajeé mi dolorido cuello. Creo que debo de ir a hacerme un masaje. Tal vez, haya vuelto a contracturarme los trapecios.

-Pero estabas trabajando. Qué, es lo mismo.

-Yo lo llamaría... Mantener la mente ocupada.

Miré a María bajo mis gafas de pasta negra. Crucé mis brazos sobre la mesa y me acomodé en mi sillón de cuero. María mantenía alzadas las cejas de una manera bastante divertida. En aquel momento me di cuenta que había cambiado su traje de chaqueta gris por un vestido amarillo ceñido a su cuerpo junto con unos taconazos en forma de sandalia color azul turquesa.

-¿Hablar con tu padre y comer con Conchita, lo llamas tener la mente ocupada?-Contraatacó María molesta.-¡Pero si te deben de haber tocado los cojones! Conchita, es muy pesada con su marido e hijos...-Hizo una pausa. Parecía que se lo estuviera pensando.-Y tú padre... Sin ánimo de ofender... Es un mandón, neurótico que es incapaz de dejar a su ojito derecho respirar.

-Yo no lo describiría así...-Defendí a papá mediante un suspiro. Sabía muy, pero que muy en el fondo, tenía razón.-Tan solo es un padre preocupada por su niñita que vive en la capital, rodeada de tiburones.

En aquel momento, María se dio por vencida soltando un último resoplido. Acto seguido se sentó de mala manera sobre una de las sillas que había delante de mi mesa.

-Ya sé que a ti te encanta esto de trabajar para la gente y que, te encanta impartir justicia.-Comentó María bastante preocupada, advirtiéndome de algo que pudiera venir.-Pero, deberías tomarte un descanso. No es bueno trabajar durante tantas horas. Vas a coger un agotamiento físico y mental.

Volví a tomar atención al informe policial que tenía sobre mi mesa. Para después añadir como si no me importara:

-Podrías tener más credibilidad si en estos momentos no fueras como un putón.

Ella resopló vencida. Parecía que no le importara lo más mínimo de mi comentario. Ya que, sabía perfectamente lo víbora que podía ser cuando me molestaban. Continué sin hacerle caso, ni su mirada azul oscuro me intimidaba, ni tampoco en como podía utilizar sus tacones de diez centímetros contra mí. Sabía defenderme. Pero, ella era muy terca, al igual que yo, por eso, no se dio por vencida y continuó:

-Vente conmigo hay una buena fiesta.
-No puedo María. Tengo trabajo.-Decliné su invitación. Acto seguido anoté en el borde del informe unos números de teléfono. Debía hacer mañana una llamada al fiscal.

Pero, de pronto María agarró los papeles que tenía en mi mesa. Concretamente el informe policial de uno de mis casos. Para tan solo, empezar a dar vueltas por mi despacho mientras que yo corría detrás de ella para recuperar lo que era mío.  Y la verdad, en aquel proceso maldecí una y otra vez utilizar tacones para trabajar. Son un incordio.

It's my life |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora