Capítulo • 1 •

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Hace cierto tiempo, existió una nación, donde la vida de las personas podría resumirse como perfecta; la economía tanto nacional como internacional era lo suficientemente estable para garantizar la prosperidad del país, la libertad y seguridad de cada individuo estaba asegurada, así como la calidad de vida de cada uno de ellos. Todo esto gracias al líder de esa nación que dirigía perfectamente todo, siendo respetado y querido por cada ciudadano.

Pero hubo un problema.

Esta persona cayó perdida y profundamente enamorada de una señorita, todo su mundo giraba alrededor de ella, no había día en que no pensara en la belleza que era poseedora o en las tantas emociones que lo invadían, sintiéndose como en las nubes cuando de ella se trataba. El amor había sido el sentimiento más cálido y precioso que sintió. Aunque le duró muy poco.

Al confesar sus sentimientos, con la idea de compartir toda su vida al lado de esta mujer. Toda la felicidad y calidez que sentía se transformó en dolor y tristeza, al verse rechazado por esta persona, pues no compartía ni la mitad de los sentimientos y deseos de aquel líder.

Se sintió tan miserable y deprimido, que terminó envuelto en una furia que nadie esperó ver en su gobernante. De ese modo realizó su sentencia: El amor, un sentimiento que tanta felicidad le había traído, ahora lo condenaba y, si él no podía amar ni ser amado, nadie más lo haría. Protegería a su nación del terrible y desagradable sentimiento, estableciendo así, como un delito grave el sentirse enamorado.

Para asegurar que ninguna persona pudiera amar, creó a la Federación en Contra del Sentimiento Engañoso, el cual estaría conformado por un grupo de personas entrenadas, capaces de castigar y capturar aquellas personas que violaran las nuevas leyes impuestas por su gobernante.

Todo se volvió un caos: familias siendo separadas, amistades rotas, cientos de parejas condenadas, miles de personas encarceladas, otras de ellas ejecutadas, siendo castigadas según qué tan grave había sido su delito amoroso. Pronto aquella nación que podría describirse como perfecta, se había vuelto un infierno, donde el miedo de enamorarse y ser castigado de una manera terrible atormentaba a cada ciudadano.

Aquel régimen continuó aún incluso cuando aquel líder murió, pasando su legado a quien le entregó el poder de la nación.

Las calles eran naturalmente silenciosas, las personas preferían interactuar lo menos posible, pues, aunque a simple vista no pareciera, siempre eran observados y debían de tener cuidado

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Las calles eran naturalmente silenciosas, las personas preferían interactuar lo menos posible, pues, aunque a simple vista no pareciera, siempre eran observados y debían de tener cuidado.

Aunque esos eran los más paranoicos, gente más tranquila paseaba acompañados de algún amigo o familiar, conversando con tranquilidad, pero la incomodidad siempre estaba allí, no había día en que no se sintiera una tensión en el aire, como si algo malo estuviese por pasar. Podrían decir que estaban acostumbrados, pues llevaban años con ese ambiente, pero continuaba siendo algo deprimente para algunos.

Me enferma el amor. 「 Dazatsu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora