Se sentía un completo tonto.
Él mismo se había dicho que no podía permitir que aquellos peligrosos sentimientos aumentaran. Con la situación actual y con él estando lejos del mandatario, creyó que las cosas se irían solucionando, sanando de poco a poco del enfermizo amor, pero tal parece que no era así. Pareciera que era todo lo contrario, cada día que pasaba pensaba más y más en Chuuya; en lo que sentía por el mayor y lo mucho que lo extrañaba.
A pesar de que estaba haciendo su mayor intento para enterrar esos sentimientos, había llegado a un punto donde estos finalmente se desbordaron de sus manos, algo de lo cual ya no tenía control.
Y su estúpido corazón tampoco se la dejaba tan fácil.
Las pocas veces en que tuvo la oportunidad de hablar con el mayor siempre le hacía saber que le extrañaba, esperando a que las cosas se solucionaran pronto para volver a pasar tiempo juntos. Sus labios se apretaron por recordar aquellos momentos, claro que no era capaz de matar su amor si Nakahara se expresaba de esa forma tan cálida con él, era su culpa igual.
Sea como sea, terminó buscando la manera en que pudiera calmar aquella tristeza en su superior. A pesar de que sabía que era innecesario y problemático, pensó que quizá obsequiándole algo podría hacerle feliz, así fue como compró un brazalete plateado. Creyó que le quedaría bien, aunque todo le quedaba bien a Chuuya.
Sacudió su cabeza ante aquel absurdo pensamiento, tratando de calmar el rubor en sus mejillas. Estaba dentro del templo, no podía dejar que sus sentimientos salieran a flote en un lugar tan peligroso. Por ello, antes de seguir con su camino, respiró profundamente para tranquilizarse un poco, cuando se sintió mejor, siguió en su búsqueda de Chuuya.
El primer lugar que había revisado había sido sin duda el santuario, donde solía residir, pero al no encontrarlo ahí, supuso que habría dado algún paseo por los jardines del templo. El lugar era ridículamente grande, por lo que encontrarlo sería difícil.
—¿En verdad él ha estado bien?
—Así es.
Frenó de golpe al escuchar aquellas voces, rápidamente se escondió detrás de unos de los árboles, asomándose un poco para mirar en dirección de donde prevenían dichas voces, encontrándose a Chuuya sentado en un banco de bambú junto con su hermana.
—Menos mal, me preocupaba que Ryunosuke pudiera estarlo pasando mal. —su corazón se agitó al escuchar su nombre, apretando suavemente el obsequio que sostenían sus manos.
—Si esa es su inquietud, ¿por qué no le preguntó directamente a él? —preguntó con confusión Gin, mirando a su superior que mantenía una temblorosa sonrisa.
—Sabes que él está más ocupado que los demás. Junto con Atsushi dirigen la investigación del grupo terrorista, supongo que la carga de trabajo es tanta que no ha podido darse el tiempo de visitarme. —respondió con un tono algo decaído, mientras alzaba su mano y rascaba su mejilla.
Con un tono de voz que volvía a atacar al pecho de Akutagawa. —Además... de ir algo mal, sé que él no me lo diría, por eso recurrí a preguntártelo a ti, eres su hermana y al igual que yo, debes de estar preocupada por él, por lo consiguiente no me mentirías.
Estaba mal escuchar conversaciones ajenas, mucho más si estaba involucrado el mandatario, lo ideal era retirarse de ese lugar y esperar a que Nakahara estuviese libre, pero sus piernas no le respondían. Además de escuchar la preocupación en su voz y la forma tan suave con la que hablaba sobre él, le estremecía en más de un sentido.
—Usted siempre se preocupa por mi hermano, seguramente él lo sabe, así que no creo que deba preocuparse de más. —Gin le dedicó una suave sonrisa al mayor, esperando con ello pudiera relajar la notoria tristeza que se reflejaba en su rostro.
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Me enferma el amor. 「 Dazatsu 」
Romantik«Pero es cierto, no hay un amor "saludable" que exista aquí. Por eso somos la Federación en Contra del Sentimiento Engañoso, abrazando pero destruyendo nuestro amor y llorando por encima de ideales. Cantando una melodía para idiotas sin un lugar a...
