Capítulo • 8 •

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Se encontraba caminando con relativa calma por las calles del sector A, mirando algunas tiendas y comprando algún artículo que realmente no necesitaba, pero tenía que disimular bien.

«La parte noreste está muy vigilada, ahí se encuentra la plaza más importante del sector después de todo, sin embargo, en las zonas más cercas la seguridad sigue siendo alta, difícilmente podríamos atacar el centro sin que ellos actuaran rápido.» analizó el castaño quien miraba de manera detallada los movimientos de la Federación que patrullaba el área.

Hoy en específico había más gente, lo cual era extraño, ya llevaba varios días observando sus movimientos y el número era considerable. Al ser de los sectores más importantes su vigilancia era mayor, pero ese día había algo distinto.

Debía recolectar información suficiente, la Federación andaba más pesada que otros días, era difícil hacer algo con ellos asechando cada rincón, aunque no era realmente un problema para su grupo, pero como Kunikida siempre les decía: había que evitar enfrentarse a ellos. Por ello estaban buscando la manera de evadirlos.

Siguió caminando para mirar las acciones de aquellas personas, pero algo que llamó su atención fue un par de ellos correr hacia una misma dirección, por simple curiosidad se acercó. Percatándose que mientras más se acercaba, el escándalo era más fuerte.

—La Federación en Contra del Sentimiento Engañoso los arresta por sus crímenes de amor. —escuchó esa voz que conocía bien, era nada más ni nada menos que Atsushi quien estaba esposando a una de las personas.

—¡No! ¡Ah! ¡Suéltenos! —los gritos de desesperación y miedo de las dos personas que forcejaban llamaban la atención de muchas de las personas que se encontraban caminando por ahí, viendo aquel lamentable suceso.

—Llévenselos. —ordenó el albino a sus compañeros, quienes se encargaron de acatar. —Akutagawa, encárgate de ellos, yo me quedaré aquí para asegurarme que no haya más. —se dirigió al azabache, el cual asintió y siguió a los otros que llevaban a los prisioneros.

Dazai se alejó un poco para no verse tan obvio que estaba de mirón, pero seguía observando las acciones que Atsushi realizaba, veía como entraba al lugar en donde habían sido atrapadas aquellas personas, supuso que lo revisaría, al poco rato salió.

—No hay nada, parece que era los únicos. Retírense. —le dio la orden de irse a aquellos que seguían vigilando la zona. Ya estaba completamente asegurada, no podía seguir perdiendo el tiempo ahí, por lo que, sin pensarlo, se retiraron, dejando solo a Atsushi.

Quizá, la razón de porque había más miembros de la Federación era por la captura de esas personas, podría tener sentido. Bueno, podía confirmarlo con solo preguntarle a Atsushi, que fueran amigos no significaba que no seguiría utilizándolo para el bien de su grupo.

Pero antes de que pudiera acercarse, alguien más se le adelantó.

—¡Ya estarán contentos por lo que hacen, malditos! —un hombre furioso se dirigía hacia Atsushi, quien se giró y le miró algo indiferente, dando un paso hacia atrás.

—Solo hacemos nuestro trabajo, por favor le pido que no trate de meterse en problemas. —habló en un tono bajo, sintiéndose incómodo.

—Ustedes son el problema de esta nación, me dan asco de solo verlos. —escupió las palabras llenas de odio y repudio.

Aquella persona parecía estar completamente cegada por la molestia, pues tomó de la ropa de Atsushi y lo jaló para impulsarlo, terminando con un empujón que hizo que Atsushi tropezara y cayera al suelo. Parece que el estado lamentable del albino había sido más que suficiente para aquel tipo, pues la sonrisa en su rostro demostraba la satisfacción que sentía.

Me enferma el amor. 「 Dazatsu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora