Capítulo • 19 •

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Se dejó caer sobre el césped de aquel parque mientras miraba con el entrecejo arrugado aquel libro, teniendo sus mejillas levemente ruborizadas y su corazón agitado de una forma terrible.

A su mente recordó el suceso de hace dos días: aquella tarde en donde Dazai le besó de esa forma tan... extraña. De solo pensar en ello, el rubor en sus mejillas empeoró y aventó lejos de él aquel libro que había estado leyendo.

Alzó sus manos y cubrió con vergüenza su rostro, escuchando el eco del rápido latir de su corazón. También recordó la forma en que éste había latido en ese momento, de una forma tan extraña que lo asustaba, pero no significaba que fuera una manera mala, todo lo contrario, le hacía sentir feliz y cálido. Podía asimilar la sensación a una noche de invierno, donde con la ayuda de una cálida manta se resguardaba del frío, una sensación cómoda que le hizo sentirse protegido. De esa forma se sintió cuando Dazai lo abrazó mientras lo besaba.

Soltó un chillido mientras rodaba en el suelo ante aquel último detalle: los besos. No sabía porque esos últimos besos que le dio le tenían en ese estado. Si bien era cierto que siempre le hacía sentir nervioso, esa vez fue totalmente diferente. No solo se sintió nervioso, también sintió un calor tan agradable que le creó burbujeos en su pecho y estómago, una sensación cosquilleante que aún picoteaba sus labios.

Detuvo sus movimientos para quedarse boca arriba, llevando su mano izquierda a su boca donde con las yemas de sus dedos rozó sus labios. En su mente aún estaba el vivido recuerdo de los labios ajenos sobre los suyos, tocándolos de una forma tan cuidadosa que le hacía estremecerse, nunca antes había recibido un tacto tan gentil y cálido. Lo más extraño de todo es que no era la primera vez que sentía los labios de Osamu, pero si ese sentimiento peculiar que éste le transmitió.

Sin que pudiera reprimirlo, sus propios labios se curvearon en una sonrisa, reviviendo aquel momento en donde sus labios se juntaron. La sensación tan cálida de aquel recuerdo acogía a su corazón, calmando un poco a los fuertes latidos que estaba soltando, volviéndose un ritmo tranquilo, porque eso era lo que le transmitía Dazai: tranquilidad.

—¡Aaaah! —sacudió con fuerza su cabeza, alzando sus manos para golpear con fuerza sus mejillas. Tratando de despabilarse de aquellos pensamientos, volviéndose a alterar.

No estaba bien eso, los besos eran una acción mala, no podía ser que una acción de esa índole pudiera crearle ese sentimiento satisfactorio... Sí, eso fue lo que le enseñaron, pero ya había confirmado que muchas de dichas enseñanzas que le dio Shibusawa estaban incorrectas, ¿entonces podía ser lo mismo con los besos? Porque... no era posible que algo "malo" pudiera alterar de aquella forma tan suave a su corazón, ni crearle aquella cálida sensación en su interior. En pocas palabras, era ilógico que le creara tanta felicidad.

A su mente recordó las palabras de Dazai, sobre que él mismo creara su definición de lo correcto, y no, realmente los besos no producían ningún daño. Apostaría que incluso era lo contrario, pero, aunque estuviera dispuesto a considerarlo como algo bueno, sus principios le seguían atormentando, gritándole que estaba mal lo que estaba haciendo.

Por años se le dijo que los besos estaban mal, y en cuanto su generación estuvo al mando de la Federación se dedicó a castigar a aquellos que realizaban tales actos. Después de todo eso... ¿realmente tenía el derecho de reconsiderarlo y pensar que eran buenos? Pensar en eso solo le hizo sentir triste, pues era posible que, durante ese tiempo, estuvo dañando gente que se sentía como él.

Se alzó un poco para tomar asiento, dirigiendo su mirada al libro que había botado, ese era el tercer y último libro que había en la caja. Lo había terminado de leer y las tres historias compartían las mismas opiniones de que, lo que hoy era incorrecto, en esos libros era normal.

Me enferma el amor. 「 Dazatsu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora