Capítulo • 6 •

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La vida como hoy se conocía llevaba siendo así durante muchas décadas. Desde aquel suceso que llevó a que, por medio del terror y miedo, el gobierno tuviera estrictamente prohibido las relaciones amorosas entre los habitantes de aquella nación.

Pero según iba pasando el tiempo, esta idea se fue deformando, al limitar mucho la libertad de las personas. Ya no era solo un crimen el enamorarse, cualquiera que pensara diferente de los líderes, eran condenados como criminales.

La policía rápidamente dejó de ser funcional, siendo reemplazados por la Federación en Contra del Sentimiento Engañoso, quien más allá de encargarse únicamente de los delitos amorosos, comenzaron a castigar a cualquiera que desobedeciera, fuera cual fuera su posición, pues éstos nuevos oficiales tenían una completa obediencia hacia los gobernantes, que era lo más importante.

Existían tres tipos de Federación: la más importante era aquella que estaba activa actualmente, la que se encargaba de establecer orden en la sociedad; el segundo tipo era la antigua Federación, la que estuvo a cargo antes de que la actual llegase, ésta se encargaba de entrenar al último tipo de Federación, que se trataba de la nueva generación que en un futuro tomarían el papel de la Federación actual. Repitiéndose siempre el mismo patrón.

Usaron el tema del amor para romper a la sociedad, haciendo que se volvieran individualistas, siendo menos probable que se revelaran contra ellos, adoctrinando a todos con miedo a las consecuencias que sufrirían si desobedecían, con castigos inhumanos y penas mortales, todo disfrazado con la idea de "proteger" a los ciudadanos de aquel sentimiento tan atroz. Si el miedo era mayor, no se involucrarían entre ellos, evitando a cualquier costa establecer lazos afectivos con otros para no tener consecuencias. Como efecto, tenerlo separados, pues solo les importaría su supervivencia propia, importándole poco los demás, pues no habría un lazo que le hiciera sacrificarse por ellos, ni unirlos en una misma causa de ser libres.

El amor era peligroso, porque cegaba a las personas, no solo buscaban su bien propio, pues también de la otra persona, esa determinación era peligrosa para el gobierno, pues si muchos conseguían tener esa valentía, su dictadura se vendría abajo.

Para mantener el terror en la sociedad, existían los castigos, según tan grave había sido el crimen era la gravedad del castigo mismo. Si pillaban una persona teniendo síntomas amorosos, era encarcelada por un determinado tiempo, si la persona ya tenía sentimientos fuertes de amor, tenía castigos graves como torturas, hasta haber arrancado el sentimiento. El castigo más fuerte era la combinación de estos dos crimines, junto con el más grave: realizar el acto más grande de amor.

Las relaciones sexuales estaban prohibidas, el gobierno se encargaba del orden para que los bebés nacieran, no había necesidad de que las personas realizaran aquel acto. Claramente al prohibir el amor, se negaba la creación de familias y por lo consiguiente de nuevas personas que formarían la sociedad, lo que los llevarían rápidamente a la ruina. Por ello los mandatarios se inclinaron por la inseminación artificial, elegirían mujeres para que fueran aquellas que criaran un bebé. Aquellas que quisieran formar una familia deberían de solicitar un permiso al gobierno, teniendo pruebas sobre que no tenían ningún lazo amoroso con nadie.

Pocas veces el gobierno actuó con la unión de familias, ellos elegían dos candidatos, generalmente de un estatus social alto y los obligaba a que formaran una familia, con la advertencia de que no debían involucrarse sentimentalmente. Aquellos de clase más baja que quisieran formar una familia más concreta, con dos padres e hijos, debían comprobar que lo máximo que podría haber entre ellos era una simple amistad, que era la única relación que permitía el gobierno, de lo contrario, no solo se les negaría, también serían encarcelados.

Me enferma el amor. 「 Dazatsu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora