Capítulo • 10 •

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Caminaba de manera tranquila por aquel templo, pasando por un pequeño puente que cruzaba un estanque, aquello le hizo detenerse para mirar un momento la cristalina agua que apenas se movía por el suave viento que soplaba.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar un momento de su infancia precisamente en ese estanque, donde se encontraban los dos viendo como nadaban los peces koi, recuerda también como intentó atrapar uno, pero él terminó impidiéndolo, no recuerda con exactitud que cosas fue las que le dijo, pero si su memoria no le falla, desde entonces se pensaba dos veces en hacer cosas impulsivas, algo muy común en la actitud de la Federación.

Sacudió su mente, añoraba aquellos momentos donde su tiempo juntos era mayor, pues no tenía tantas responsabilidades, ni él, ni Akutagawa, no como ahora que eran adultos y estaban muy ocupados, él mandando el país y el menor cuidando del mismo.

Siguió su camino, dirigiéndose hacia su objetivo, el cual era el edificio donde se encontraba la base de la Federación, llegando en pocos minutos. Entró con normalidad, dirigiéndose a la oficina que con seguridad sabía que se encontrarían los miembros de la Federación.

Al llegar, deslizó las puertas para abrir, encontrando ahí gran parte de la Federación que parecía estar planeando algo, quienes callaron rápidamente ante la intromisión de alguien, giraron en dirección de la entrada y al ver de quien se trataba rápidamente todos se pusieron de pie, realizando una reverencia.

—Es inesperado tenerlo aquí, Nakahara-san. —habló con sorpresa Atsushi, siguiendo con la reverencia que le hacía a su mandatario. —¿Necesita algo?

El mayor miró a cada integrante hasta encontrar a aquel que buscaba, deteniendo su búsqueda en Akutagawa, quien, al igual que todos sus compañeros, se encontraba con la parte superior de su cuerpo inclinada, en una muestra de respeto hacia él. Chuuya hizo un ademán para que la Federación regresara a sus posturas normales, lo cual acataron.

—Solo... quería un momento para hablar con Ryunosuke. —el mencionado se sobresaltó, tratando de mirar a otra parte que no fuera Nakahara.

—Akutagawa... —murmuró sorprendido el albino, girando en dirección de quien buscaba el mayor, rápidamente regresó la mirada al frente, asintiendo. —De acuerdo. Akutagawa, ve. —indicó Atsushi, dándole la orden al otro de retirarse para que atendiera lo que sea que tuviera pendiente con el líder de la nación.

Aquel joven de mirada apática soltó un suspiro, rodeó la mesa y se dirigió hacia la salida, inclinó un poco su cabeza hacia Atsushi en una silenciosa despedida y salió junto con Chuuya, cerrando las puertas detrás de él.

Nadie cuestionó ni dijo nada, no solo porque se trataba de Chuuya Nakahara, sino porque sabían que Akutagawa era su guardaespaldas, algún asunto importante debería de tratar con él para interrumpir una reunión de la Federación.

—¿De qué necesita hablar conmigo? —preguntó el menor, manteniendo un semblante serio, como era de costumbre en él.

—Bueno, solo quería ver que estuvieras bien y esas cosas. —las palabras de Chuuya le hicieron borrar la expresión sería de su rostro, suavizando sus facciones y sintiendo una calidez en su pecho. —Caminemos un poco. —indicó.

Akutagawa asintió y comenzó a seguir a Chuuya quien caminó con tranquilidad hacia las afueras del edificio de la Federación, estuvo caminando en un relajado silencio, siendo acompañados por el sonido del aire agitando las ramas de los árboles.

—Me he enterado de las acciones de aquel grupo terrorista, Shibusawa me comentó que han atacado diferentes oficinas operativas. —empezó a hablar, en un tono suave, pero que dejaba en claro un poco de angustia en su voz. —Has estado muy ocupado en ese tema, y bueno, no puedo evitar extrañar que estés cuidando de mí. —confesó con cierta vergüenza a la vez que se encogía de hombros.

Me enferma el amor. 「 Dazatsu 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora