Capítulo 15

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Estoy sorprendida. Él me ha sorprendido de la forma más humana que existe. Este simple acto me hace apreciarle, es más que un empresario guapo. Su sudadera de un oso rosa, me lo confirma.

No es ningún dios griego. Es Alexander, a veces don engreído y otras mi hombre de hielo. Pero es tan real como yo. Imperfecto, irritante y protector. Tan real como yo.

— ¿Quién eres tú? ¿Y qué has hecho con el señor Johnson? —Su sonrisa me toca muy adentro. —Pasa hombretón.

Termino de abrirle la puerta y él entra sin pensárselo. Quiero esa sudadera. Me espera como el buen caballero que es, a que cierre la puerta, ando hasta el salón y una vez allí me paro en seco.

— ¿Por qué estás aquí? —Pregunto cavilosa.

Sé la respuesta, pero necesito oírla.

—Estabas enfadada, no me quería ir a dormir sabiendo que tu último pensamiento seria sobre el maldito cascarrabias de Alexander.

Pues no era la contestación que esperaba, es aún mejor. Mi corazón aletea desbocado, doy un par de pasos y le beso en la mejilla.

—Gracias.

—Bueno y también quería pasar la noche contigo.

Su mirada picara me hace reír. ¡Sera gandul! Me acurruco en su pecho y me olvido de mi estúpido enfado. Él tiene este efecto, siempre que me toca me pone en el punto de partida.

— ¿Qué es este modelito que me llevas? —Inquiero divertida.

—Es mi pijama.

— ¿Tu pijama?

¿Pero desde cuando le gustan las series infantiles? Alexander es una enciclopedia de secretos.

Incomoda pero contenta leo en voz alta el eslogan y los dos nos tronchamos.

—Te hace parecer más normal, más humano. ¿Y sabes qué? Que me encanta.

Sé que mis palabras causan efecto en su mente. Y me enorgullezco de ello. Si cree que puede ir por la vida sin dejar rastro la lleva clara. Me ha pisado el corazón y yo ya no lo puedo olvidar.

Me mira, con esos ojos que hechizan de una manera extraña.

—Me encanta que te encante.

¿Por qué siento que todo lo bueno tiene límite? No lo sé... es algo que tengo que arreglar en mi interior.

— ¿Te vas a quedar ahí toda la noche, pequeña? Observándome, como la luna lo hace con el sol.

No quiero oír cosas bonitas, hacen que mi vida parezca más absurda e inconcluyente de lo que ya lo es.

—Creo que la luna, prefiere adorar la luz del sol, porque así se siente menos sola.

No me quiero derrumbar. Estoy harta de hacerlo. Y no soy débil. A veces tengo bajones, ahora más seguidos que antes. Pero es mi cabeza, que me juega malas pasadas, solo es eso.

—Ojala supiera lo que pasa por tu cabeza. Pagaría millones.

—Últimamente no lo sé ni yo.

Tensión. Silencio. Angustia.

Tengo miedo a estar sola. Eso es lo que pasa por mi cabeza.

Estoy agotada de librar diariamente la misma batalla.

—Siempre acabamos igual...— Suspiro cansada.

— ¿Cómo?

—Con un jodido silencio. Mis problemas hacen que nos distanciemos— Y haciendo honor a mis palabras me separo de él— ¡Y es que no lo puedo evitar! Todo se vuelve negro y yo... yo por dios, ya no se ni hablar.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora