Hospital NewYork-Presbyterian
—Abre los ojos, mi niña, eres joven y tienes mucha gente a la que amar.—Reza la voz lejana de mi madre. —Te queda tanto por vivir.
—¿Mamá? —Pregunto aun con los ojos cerrados.
Suelta un grito apenado y a la vez lleno de vida, y suena tan real, tan cercano. Oigo entrar a mucha gente, me tocan los brazos, la frente y me pinchan una aguja que me hace gruñir.
—Estaba estable y de repente ha hablado.
—Señora debería calmarse. No hay indicios de mejora, quizás escucho algún sonido y lo asocio a su voz, suela pa....
—Mamá. —Balbuceo entre abriendo los ojos.
Salta a mis brazos, los cuales tiemblan cuando los he levantado torpemente. Llora sin dejar de decirle a Dios lo bueno que es. Yo, desconcertada no vuelvo hablar, pues ella necesita hasta el último centímetro de mi cuerpo para saber que estoy bien. Beso su frente, a lo que ella responde besuqueando todo mi rostro.
—Señora. —Avisa el enfermero. —Tenemos que hacerle un chequeo y varias pruebas para saber que todo está en su lugar.
—Quiero que venga el médico que la ha estado cuidando. Él se alegrara de verla.
Ella se pone a llamar a todos los familiares mientras pienso en él, recuerdo aún su aroma, era el típico olor visible y palpable. El par de ojos azules tan perfectos, hechos a mi medida, por mi imaginación. Y se que dolerá tanto guardarlo como dejarlo ir, porque nadie podría imaginar cuanto he querido a ese fantasma, pues su compañía llegó a llenar por completo mi cabeza, haciendo el trayecto menos pesado. Reflejando mis dolores físicos en psicológicos, le utilizado para normalizar mi situación, pero esta tan arraigado a mi, que le veo entrando por la puerta como un espectro.
—Doctor, mirela, por fin ha despertado mi niña.
El hombre me mira, con una felicidad inexplicable.
—Soy el doctor Johnson, encantado. —Me ofrece su mano y el vibrato de su voz me deja medrosa. —He sido su médico durante los cinco años, estuvo en un coma de segundo grado. Cayó varios pisos perdiendo la conciencia por completo y sufrió lesiones graves. Sentira una pesadez global y...
—¿Como se llama?
—Es entendible que sienta un desconcierto inmenso señorita Taylor...
—¿Doctor cuál es su nombre?
Sonríe nervioso pasando una mano por su pelo castaño.
—Me llamo Alexander.
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Amantes Desesperados
RomanceEl deseo acumulado y las traiciones resentidas harán que la vida de Elizabeth Taylor se sume en un caos abrumador. Dentro de un mundo de lujos y trajes caros tendrá que hacer frente a un pasado incierto y a un futuro lleno de problemas. Elizabeth in...