La luz entra tenue, efímera. He dormido poco, pero estoy acostumbrada. Alexander me envuelve con esos brazos que tanto me gustan, tiene la cabeza enterrada en mi pelo y su respiración me calienta el cuello. Duerme, él siempre duerme bien cuando está conmigo.
Su olor impregnado en mi sabanas me hace sonreír, pero sé que como todas las mañanas tengo la cabeza perdida en un sinfín de pensamientos, malos, oscuros y llamados Alexander.
El cielo tiene una paleta espectacular. Tonos naranjas y rosas van pintando cada parte de oscuridad. Lo miro calmada, con los ojos entrecerrados, pero por dentro estoy llorando de felicidad.
Suena el despertador. El ruido me hace fruncir el ceño, solo un segundo más y juro que reviento el teléfono para siempre. Alargo el brazo tanteando, y apago el horrible martilleo.
Alexander se despereza y me besa el hombro. Se despertó el rey de mi cama. Me doy la vuelta y disfruto de su recién levantada tez. Sonrió en burla cuando lucha contra el sueño, finalmente abre los dos ojos y me mira.
—Buenos días, pequeña.
—Buenos días, hombretón. — digo risueña.
Me da un beso delicado en los labios, le correspondo y acabamos enrollados en las sabanas. Se sube encima de mí con una mirada lasciva. Me gusta ser dominante, por lo que hago lo mismo que él, y acabamos en el suelo.
Nos tronchamos.
Nos besamos.
Y acabamos siguiendo el curso de la naturaleza.
Cuando suelta un gruñido sé que ha llegado al clímax. Me acerco a su boca y recojo los gemidos.
Todo mío.
Toda suya.
Aun encima de él le cojo los mofletes y se los estrujo, hace un puchero y me muero de risa. Aprovecha la ocasión para hacerme cosquillas, creo que se me para el corazón un par de veces, y él parece disfrutar de ello.
Le pongo una mano en el cuello y se lo pellizco. Arruga la cara y suelta un jadeo de dolor exagerado.
¡Sera dramático! Acaba riéndose y dejo de preocuparme.
—Espero que no me hayas dejado marca. —Comenta acariciándome la espalda.
— ¿Pasaría algo?
Tuerce la cabeza. Piensa su respuesta y yo espero como una tonta. Él me mira. Pierdo los nervios. Le inquiero con una ceja para que hable, pero nada.
Con sensualidad me dejo caer por su pecho. Ahorcajadas encima de él no tiene escapatoria. ¡No quieres hablar! Pues no lo hagas. Su cuerpo vibra. Mi cuerpo crece.
Atrapo su cuello con mi boca y succiono. Él me intenta aparta pero ya es demasiado tarde. La marca violeta que marca su cuello me hace burlarme con una risa tonta interminable.
— ¡Venga ya Elizabeth!
—Y tan enserio. A mí no me ignora nadie Alexander. —Le doy un cachete en la mejilla y su desconcierto me recorre el cuerpo. —No te vas a morir por una marquita.
—En este juego soy el peor, me duele que aún no lo sepas.
Mira para un lado con aire superior y yo echo humos por las orejas. ¡Como puede ser tan engreído! Arqueo mi espalda y me acerco a sus labios.
—Yo estoy arriba, y tú abajo. No puedes conmig...
Me agarra por las caderas y me da la vuelta. Ahora él está arriba. Su cuerpo se pega al mío pero no lo suficiente como me gustaría.
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Amantes Desesperados
RomantikEl deseo acumulado y las traiciones resentidas harán que la vida de Elizabeth Taylor se sume en un caos abrumador. Dentro de un mundo de lujos y trajes caros tendrá que hacer frente a un pasado incierto y a un futuro lleno de problemas. Elizabeth in...