Capítulo 9

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Cómo no he podido reconocer la voz de Nathasa antes, estaba tan distraída con el comportamiento de Alexander que ni si quiera le había prestado atención. ¿Por qué le ha hablado así? La buena de Nathasa no parecía ella cuando ha soltado esas palabras.

— ¿Nathasa? —Pregunto por segunda vez. No me digas que ahora no puede hablar.

—Yo...— Se lleva las manos a la cabeza y empieza a moverse en el sitio. Avergonzada, nerviosa, ¿furiosa...?

— ¿Puedes explicarme lo que acaba de pasar? —Doy un paso en su dirección pero ella retrocede, esto es surrealista.

Alexander sale corriendo de mi oficina, porque al parecer mi asistenta le ha intimidado lo suficiente como para no darme una explicación, y aquí estoy, viendo como Nathasa me tiene miedo a mí, qué bucle más estúpido. "Huye como haces siempre", dijo Nathasa antes de que se fuera, ¿como siempre? ¿Qué siempre es ese? ¿Desde qué momento estos dos tienen un pasado en común? No puedo dejar de pensar que soy el juguete que ha usado Alexander para poder olvidar a esta mujer que tengo delante.

Es un cobarde, no me cabe duda, porque que sepa yo, Nathasa no es el monstruo del lago.

—Lo siento, Señorita Taylor... No sabía que era usted— me sorprende con la formalidad que me habla, pero si acaba de echar a gruñidos a Alexander delante de mis ojos.

Ella no me tiene que dar explicaciones, al menos no hoy.

—No permito ese comportamiento en mi oficina. —Digo desafiándola con la mirada, ella mira al suelo y se retuerce las manos. A veces me gustaría que alguien me plantara cara, tanta sumisión me hará enloquecer. —Aunque eso ya lo sabías...

Me recoloco el bolso y me echo andar.

— ¿Estás con Alexander? —Dice con la voz temblorosa. Me paro en seco y parece que me vaya a salir humo por las orejas. Giro lo más calmada que puedo y le miro fijamente a los ojos.

—Te pago para que trabajes, Nathasa. —Uso la sonrisa más falsa que tengo y me vuelvo a dar la vuelta para ir a mi despacho.

Antes de entrar en el despacho me doy cuenta de que todo el mundo está callado y mirándome, pero serán descarados, ni siquiera se preocupan en actuar con normalidad mientras les miro. Choco miradas con alguno de ellos y vuelven a mirar a la mesa avergonzados, pero otros me miran como si pudieran adivinar lo que estoy sintiendo.

—Por favor, vuelvan al trabajo. —Digo levantando las manos, todos parecen reaccionar y vuelve ese murmullo cotidiano. Bufo exasperada y entro en el despacho.

Me dejo caer en la silla y me reclino hacia atrás. Repaso mentalmente lo que acaba de pasar, debería haber llamado a Nathasa, tener una conversación con ella no me vendría mal para aclarar las cosas, como por ejemplo, ¿Alexander está disponible? Eso más o menos lo sé, pero me gustaría confirmarlo. ¿Es solo una relación que acabó mal? ¿Cuánto odio hay entre ellos? ¿Puede que sean pareja y hayan tenido una mala discusión? ¿O quizás Nathasa esté loca y exagere todo muchísimo? Me duele la cabeza y pensar en esto no ayuda. Tengo ganas de traer a rastras a Don Perfecto y quedarle claro que conmigo no va a seguir jugando, tengo ganas, pero verdaderamente no quiero, tantos años discutiendo acaban con mi fuerza mental, pero si tengo que hacerlo, lo haré. También tiene el derecho de explicarse, todo podría ser una confusión, una terrible y enorme confusión, y yo estoy comiéndome la cabeza para nada.

Suena mi teléfono y reboto en la silla. Me llevo la mano al pecho y me tranquilizo por el susto tan tonto que me acabo de dar.

Es un mensaje...

Y es de Alexander...

"No deberíamos volver a vernos, esto ha sido todo un error, quizás una confusión. Lo siento."

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora