Capítulo 11

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La sonrisa me ocupa toda la cara, es una sonrisa tonta y pegajosa, esas que resultan contagiosas. Cuando me quiero dar cuenta estoy pisando la moqueta roja del vestíbulo, inspiro hondo y me embriago del sofisticado ambientador que han elegido para esta semana. Saludo con una sonrisa al señor Clark y el me la devuelve amablemente. Entro de un salto en el ascensor y pulso la última planta, no me quiero ni imaginar si algún día se estropea, subir veinte plantas por las escaleras no es algo que me entusiasme.

Meto las llaves y voy directa a coger el móvil.

—Hola mamá.

Cruzo los dedos. Rezo porque su reacción no sea exagerada.

—Elizabeth Taylor Williams. —Esta cabreada, muy cabreada. —Dame alguna razón por la que tenga que enterarme de tu vida mediante el periódico.

—Lo siento.

—No lo sientas tanto y llámame.

Empiezo a contar las semanas que llevo sin tener que contacto con ella y de inmediato me siento culpable. Es la única persona que estará conmigo incondicionalmente y aun así me las arreglo para decepcionarla.

—Sinceramente he pasado unas semanas bastante duras.

—Soy tu madre Elizabeth ¿Crees que no sé cuándo te pasa algo?

A veces me planteo si cuando tienes un hijo desarrollas un sexto sentido.

—Ya... —Se me quiebra la voz y carraspeo al momento. —Soy estúpida. —Confieso con aire preocupado

Oigo el suspiro cansado detrás del teléfono y caigo rendida en el sofá del salón.

—Hija no pasa nada, he estado aguantando estos días a que me llamaras, no quería ser la pesada de turno.

—No eres pesada, es solo que tengo millones de cosas en la cabeza.

Necesito desviar la conversación a un territorio más seguro.

—Como Benedict.

No, por ahí no.

—Ya no hay más Benedict en mi vida, tú mejor que nadie deberías saberlo.

—Eso creía hasta que te vi con un espectacular vestido rojo agarrada su brazo.

—Mam...

—Déjame que te lea la portada de esta semana. Elizabeth Taylor, la joven millonaria, ha vuelto a quedarnos con la boca abierta. —Dice con voz televisiva. — Sobre todo a mí. —Refunfuña al teléfono. — Tras seguirle el paso durante años a la pareja con el magnate Benedict Anderson, podemos confirmar que hay un anillo de por medio.

—Eso es mentira, no estoy comprometida, sería lo último que haría.

Alucino como pueden inventarse noticias sin ningún escrúpulo, ya sé que hay personas que se ganan la vida así, pero ahora tengo que cargar yo con el maldito lastre que supone una revelación como esta.

—Déjame que dude de tu palabra hija.

—No, no estoy con nadie solo es trabajo.

—Solo trabajo...—Suelta imitando mi desdén.

—Lo siento, lo siento por todo mamá.

—Vivo por ti Elizabeth, desde el día que naciste ya te había perdonado todo, hasta esto. Solo quiero que seas feliz, me da igual si ganas millones al mes cuando el trabajo te consume tanto, me da igual con quien te acueste con tal de que seas feliz. —Me limpio las lágrimas y sorbo por la nariz, siento que estoy cerrando cabos que nunca había tenido que abrir. —Aunque... no dejo de ser tu madre y como madre responsable tengo la obligación de pedirte que me cuentes un poco de tu vida. —Suelta una risilla y se me escapa el nudo de la garganta con una carcajada nerviosa— Eso es Taylor comete el mundo por mí.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora