Capítulo 3

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—Bésame. —Me exige jadeando frente a mis labios. —Bésame.

— ¿Por qué debería? —Digo con la voz entrecortada— No eres nadie. — comento mientras busco algo en sus ojos que me resulte familiar.

—Pero lo podría ser todo. —Pega la frente contra la mía.

Puedo notar su corazón desenfrenado a través de su pecho. Le he vuelto loco.

— ¿Me estas suplicando que te bese? —Digo poniendo los ojos en blanco. ¿Con que le gusta jugar? Pues juguemos.

—No. Yo nunca suplico Elizabeth. —Pasa la mano por mis labios y dejo escapar todo el aire que sin darme cuenta estaba contenido.

Me tenso a medida que va recorriendo mi cuerpo con sus dedos. Pasa por mis hombros y deja un regadero de besos en mí nuca. Jadeo desesperada. Continúa por la espalda, acariciando las partes desnudas. Sigue bajando. Me coge la pierna derecha y la sube a la altura de su cadera. Tira de mí hacia él y quedamos enredados el uno con el otro.

La musica ha pasado a un segundo plano, y lo único que escucho es su respiración entrecortada. Estoy caliente, excitada. Podría derretirme en los brazos de este hombre si me lo pidiera.

—Bésame Elizabeth. —Dice mirándome sinceramente.

Cierro los ojos para intensificar su tacto. Muevo la cabeza y la llevo a su oído.

—No. — Susurro con una voz lujuriosa. —No y no.

—No me gusta repetirme. —lleva la mano libre a mi cintura y me pega a su entre pierna.

Llevo mi boca hasta sus labios. Suspiro exasperada. Pero no le beso, muerdo su labio inferior y me separo de él de un tirón.

—Que sueñes conmigo. —Digo por encima de la música.

Giro sobre mi misma y empiezo a andar. El alcohol ya no es una diversión, me tambaleo y choco contra las demás personas que están bailando. Me llevo las manos a la cabeza y me masajeo la frente con tal de poder ver más claro.

Una chica alta y pelirroja choca conmigo y me vierte toda la copa encima. Lo que me faltaba.

— ¡Joder! —Exclamo al ver el destrozo que ha hecho en mi vestido— Mira por donde andas.

—Lo siento, no era mi intención. —le lanzo una mirada de reproche y continuo andando. Claro que no era su intención, me enfadaría si lo fuera.

La música para, y todo el mundo comienza a hablar en grupos. ¿Qué está pasando?, las luces azules que llenaban de color la pista de baile se han vuelto rojas.

—Señoras y señores ha llegado el momento de que cojan a su pareja de baile. ¿Han encontrado ya el amor de sus vidas? —Dice el Dj mientras toquetea los botones de la mesa de música. —Say You Won't Let Go de James Arthur. — La canción empieza a sonar.

Mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a temblar. Estoy perdiendo el control sobre mi misma. Vienen flashbacks de mi reciente vida, la que tanto me ha costado rechazar.

Recuerdo cuando discutía con Benedict y me ponía Say You Won't Let Go para pedirme perdón, y terminaba diciéndome lo mucho que me necesitaba. Cuando terminábamos de hacer el amor y el silencio llenaba nuestros corazones, ponía esta canción y me hacía sonreír como la mujer más afortunada. Las noches en vela, los días agotadores, terminaban con esta canción.

Escucharla era lo que más me gustaba, me curaba, me hacía sonreír, llorar. Pero siempre con él.

Quiero aprender a poder dejarlo todo atrás, que no me importe si está bien lo que hice o lo que quizás hubiera podido hacer. Que al levantarme no me hunda el vacío que hay al lado de mi cama, que las noches solitarias sean menos dolorosas.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora