Capítulo 17

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Llego una hora tarde, como siempre. Benedict decía que llegar tarde a los sitios era mi personalidad, y va acabar siendo verdad. Le tiro al vuelo una barrita de chocolate a Alexander, la coge y me giña un ojo.

—Lo siento, no me daba tiempo a preparar el desayuno.

Cojo la píldora diaria y con un poco de agua me la tomo. No quiero un embarazo no deseado. Y menos ahora.

—No te preocupes, comeré en el trabajo. —Le sonrío en respuesta y nos encaminamos a la puerta. —Beth, ¿Vendrás esta noche?

Aparto la mirada de sus ojos y me centro en buscar las llaves en mi bolso. No le quiero responder. Él sabe cuál es mi respuesta. Jure no volver a ese club.

—Te he preguntado.

—Y yo no quiero responder.

Le digo con la mano, que pase el umbral para poder salir al pasillo. Cierro la puerta y camino hasta el ascensor.

—No entiendo tu silencio.

—Es que no quiero ir a tu discoteca, eso es todo.

Me hace recordar. Me hace pensar en la espina que tengo todavía clavada en mi maltrecho corazón. Y me duele que no lo vea, que sea tan ajeno a mi realidad.

—Pero pequeña si lo pasaras bien, van Sonia, Bethany y Benedict...

Tuerce el gesto, y creo que entiende porque no quiero ir. No me siento cómoda.

—Si voy me emborrachare, diré cosas que no quiero decir, hare cosas que no quiero hacer.

—No tienes que hacerlo, sé que tu...

—Sea lo que sea que tienes que decir guárdatelo, no quiero estropear la bonita mañana con cosas externas.

—Ven, anda.

—No, Alexander.

Le doy al botón rojo del ascensor. Bajamos en un silencio incomodo hasta el garaje.

—Al menos lo he intentado. —Dice risueño. Me agarra por la cintura y suelta besos por mi cuello. Abro el coche y le miro. —Sabes que me importas ¿Verdad?

—Supongo, que sí.

—Que te encierres esta noche en tu ático no me gusta. Sola, y sin mi compañía.

—Llamare a Kate.

—Está súper "Enamorada" de mi amigo Andrew, deberías verlos.

Me rio. Sé que Kate puede llegar a ser muy empalagosa, pero es lo que le hace ser ella. Y la quiero con locura, sabe sacar los defectos de la gente y convertirlos en cualidades.

—Me los imagino.

Hora de despedirnos.

La cara me cambia, masajeo mi entrecejo. No quiero dejarle. Quiero subir y dormir un rato más en su pecho.

—Ven aquí, nena.

Me da un abrazo tierno. Le beso la mejilla, los labios. Me recreo en nuestra despedida por si todo cambia. Por si se aburre de mí y decide ir a por otra.

Las palabras se las lleva el viento.

—Te veo pronto.

—Si— Consigo balbucear.

—Cambia esa cara de perrito mojado. Debemos aprender a llevar esto, todo es tan intenso que...

—Tenemos que saber nuestros límites —Termino la frase por él —no somos más que dos adultos que buscan su propio placer.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora