Capítulo 19

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Oigo un sollozo, quiero creer que es mío. Desesperado, y silencioso. Intento moverme para acabar con el martirio, pero no consigo nada.

Soy consciente de que estoy respirando.. La vida sigue y con más dolor.

Quiero desaparecer, sin que nadie lo sepa. Dejar de infligir dolor, y que me lo inflijan. Perder de una vez por todas la batalla que llevo librando tantos años.

Me rindo, me rindo por que no puedo más. ¿Pero cómo convenzo a mis seres queridos, si no saben ni una mínima parte de mi vida? ¿Pensaran que estoy loca? ¿Sufrirán más que yo?

Oigo dos sollozos, entrecortados y roncos. Me asusto, y esa sensación que creí haber olvidado, vuelve.

Siento frio en la frente. Como si me ahogaran.

Gritan mi nombre.

¿Por qué? ¿Por qué no me pueden dejar ir?

—Elizabeth. —Dice una voz angustiada. — ¿Qué le pasa? ¿Por qué no abre los ojos? ¡Decírmelo! Esta ahí tirada, medio muerta. ¡¿Qué está pasando?!

Cofundo las voces.

—Cálmate. —La voz masculina me eriza la piel. —Estará bien, se recuperara.

—Sí, solo se ha pasado con las drogas. —Dice alguien ahogado por las lágrimas. —Lo que tengas que hablar, lo hablaras con ella.

— ¿Tu sabes lo que le paso? —Pregunta el otro hombre.

—No sé nada, solo que tiene una vida difícil. Es una mujer fuerte, pero aguanta mucho peso detrás.

—Deberíamos haberla llevado a un hospital.

—Sí, y arruinarle más la vida . Todo el mundo la conoce. No hay de qué preocuparse, está estable.

Entre abro los ojos, y suelto un suspiro cargado de dolor.

—Ha despertado.

Kate aparece a mi lado, con el maquillaje corrido, y un llanto pesado. Podría sentirme culpable, pero no lo hago, lo que hice fue a conciencia. Y no me arrepentiría, sino fuera porque estoy viva.

— ¿Cómo te encuentras? —Dice mi amiga con una sonrisa.

Las lágrimas inundan mis ojos, y mi garganta se cierra. Hago un esfuerzo por levantarme, pero es imposible. No puedo mirarla. Me doy la vuelta y entierro la cabeza en la almohada.

— ¿Estas bien? —Insiste Benedict. — ¿Te duele algo?

Odio que ignoren lo que ha pasado. Ahogo un sollozo e intento controlar mi respiración.

—Beth, dinos algo. —Termina Alexander.

—Iros. —Siseo contra la almohada.

—No podemos dejarte. —Dice Kate. —Necesitas ayuda.

¿Qué necesito qué? Espero que Benedict haya mantenido la boca cerrada. Me incorporo en la cama, consumida por la jaqueca.

— Iros de aquí. — Murmullo mirándoles. — ¡Ya! —Grito histérica. —Fuera de mi casa ¡Maldita sea!

Me llevo las manos al pelo y resguardo mi cabeza. Cuento hasta tres, hasta diez, hasta quince...

— ¡Desaparecer! No quiero preguntar como habéis entrado.

Nadie se mueve. Pego golpes contra la cama reprimiendo mis ganas de chillar.

Miro a Benedict, le clavo puñales imaginarios.

—Esperar fuera. —Les dice— Necesita tranquilidad.

No me digno a mirar a Alexander, y mirar a Kate duele demasiado.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora