Capítulo 22

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El portazo que da Benedict me deja la furia por los cielos. Quiero quitarme los tacones y pegarme con él. ¿Estafada? Se queda corta la palabra.

- ¡¿Por qué?! -Exclama desabrochándose la corbata.

- ¿Por qué? - Repito incrédula.

-Sí, porque cojones la has tratado así.

- ¿A quién? ¿A tu noviecita? -Asiente apretando la mandíbula. -Se lo merecía.

Su cara se transforma, y veo la pelea que se avecina. Si quería paciencia que se hubiera enamorado de otra. No pienso aguantar una falta de respeto, cuando la que manda soy yo. Y que si abuso de mi poder, para eso me lo he trabajado y ganado.

-Son celos ¿No?

Suelto una risa forzada que acaba convirtiéndose en una de verdad.

-Celos. -Hago eco de su voz. - De una chiquilla que no sabe cómo tratar con el toro bravo, de la incompetente que llevo a mis empleados a una mala rutina.

Me acerco a él quitándome el abrigo.

- ¿Celos a la que te ha besado como si estuvieras en una telenovela? Cuando yo soy la Anastasia de tus cincuentas sombras. No hombre... he caído bajo, pero en otros términos.

Estoy a un paso de su cuerpo y destila rabia.

-No hables así de ella.

- ¿O Qué?

No responde y me crezco por dentro.

-Tú la pusiste, tú te encargas de redactar su despido. Porque nadie, ni siquiera tú chica va a venir a destrozarme lo que me ha costado lágrimas y sudores sacar adelante.

Paso saliva respirando hondo.

- Imagínate que un día perdieras a alguien, entraras en una depresión profunda donde las drogas son medicina en vena. Decides que se acabó, te internan y tras unos meses aseguras estar recuperado. Vuelves a tu querido hogar, y encuentras que tu bufete esta echo mierda, porque mi novio ha tomado una "Mejor forma de trabajar".

-No es lo mismo...-Masculla.

-Claro que es lo mismo, con la diferencia de que yo tengo más cojones que tú, y no me voy a dejar amedrentar por nadie.

Su ira se convierte en gruñidos cargados de malas vibras.

-Tengo más orgullo, y aunque algunas me llamarían puta por hacerlo, me pone cardiaca saber que estas con otra y me deseas a mí. -Le encuello y pego mi cuerpo al suyo. -Venga niégalo, si lo haces te daré el título de Don perfecto.

Su silencio me responde de la mejor manera. Porque Don perfecto en mi vida solo hay uno, y se apellida engreído.

-Predecible Anderson.

Ataco su boca con desesperado, fundiendo la ira en caricias candentes que me suben el libido. Me enredo en el aroma masculino que desprende, sabiendo que es la colonia que le regale la que usa. Torturo sus labios, como él saquea los míos. No se aparta, lo mato si lo hace.

Jugueteo con la cadena que esconde donde solo algunas podemos ver. Es de nuestro aniversario hace tres años, cuando fuimos a parís y vivimos entre sueños de color rojo intenso.

Le agarro por el cuello y le pego a mí, ¿Y si no existe cercanía física capaz de hacerme sentir querida después de lo que he pasado? ¿Y si estoy olvidando las heridas del corazón con el hombre equivocado? Le quiero, le deseo, ¿Pero le amo?

Le amo, y le amare hasta que me muera. Pero de una forma diferente, si no fuera por el no estaría aquí. Y llámalo consecuencias o respeto, pero no puedo dejarle cuando fue el cimiento de mi casa cuando solo se derrumbaba.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora