Capítulo 21

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Estoy excitada, húmeda y cardiaca.

El pecho me salta de una forma sobrehumana, las manos me pican por el deseo, y mis labios han adquirido un rojo escarlata gracias a la fricción.

La tensión sexual es asfixiante.

—No podemos. —Sentencia Benedict.

—Pero si queremos. —Susurro colocándome la blusa.

Todavía siento su tacto por mis pechos. Mi sistema nervioso no aguantara otro asalto sin llegar a la meta. Me giro y cruzo miradas con él. Esta rojo, abanicándose con un par de servilletas.

— ¿Qué me haces? —Pregunta confundido.

—Es tu naturaleza, Benedict. No intentes ocultarla o la frustración te romperá los pantalones.

Yo estoy caliente, pero él arde en llamas firmadas con mi nombre.

—Nos sabemos tocar, conocemos las palabras claves para calentar al otro. Ese punto que solo alcanzo contigo. Nuestra relación nació de una lujuria incontrolable. Tú no me podías ver con otro, y yo no te podía ver con otra. Maduramos, y bueno supimos cómo manejar ese deseo. —Doy un par de pasos en su dirección. — No te hagas ahora el sorprendido, no te pega.

Su debilidad siempre ha sido el sexo.

—Me creía más fuerte.

—No sé es fuerte cuando de sexo se trata. —Le beso la comisura de los labios. — Me deseas, desnuda y dispuesta.

—Te deseo... —Sisea perdido.

—Lo haces, como yo lo hago, y ante eso Señor Anderson no podemos hacer nada.

Traga el nudo que le impide hablar y me besa el cuello.

—Pero... —Digo sofocada.

—Nada de peros. —Espeta entretenido.

—Te vas a marchar. —Le cojo por los hombros y le aparto —Tienes a una chica que te espera, aquí solo encontraras placer momentáneo.

—Prefiero tenerte una vez, que tener a otra toda la vida.

¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? El plan va en picado.

Pues si mas dilación que le den a la Barbie. 

—Es tu decisión, no quiero arrepentimientos más tarde.

— Calla.

Me coge como un saco de patatas y grito del susto. Me lanza una cachetada en el trasero que me deja sedienta. Deja mi cuerpo en el sillón, y con su mirada me recorre.

Me deshago de la blusa y los pantalones. El encaje purpura que me cubre las partes íntimas aclama por ser quitado. Desliza sus manos por mi nuca, me agarra por el pelo y se enfada con mi boca. La saquea, la muerde.

Me sume en un mundo lleno de esperanzas ardientes, donde solo pienso en lo bien que me siento. Muevo las caderas contra su cuerpo, rogándole que me dé más. Con él siempre quiero más, pero nunca me volvería a enganchar como lo hice antaño.

Bajo la mano por su cuerpo. Jadea.

Coge con una mano mis muñecas, las junta y las sube por encima de mi cabeza. El ser dominante que habita en él renace, volviéndome adicta al brillo de sus ojos. Me dice con la mirada que no me mueva, y yo asiento pasando saliva.

Baja por mi cuello, dejando un rastro de besos húmedos. Acaricia mis costillas con sutileza desprendiendo una sensualidad arrolladora. Me derrito cuando toca mis pechos y pasea la lengua por ellos sin ningún pudor.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora