Capítulo 18

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20 de noviembre, 2018.

Un hombre, alto y enchaquetado de negro, se acerca. Estoy bailando bajo los efectos del alcohol, todo me da vueltas, pero distingo que es un desconocido. Alguien me agarra por las caderas. No es el mismo hombre, lo sé porque está delante de mí con una sonrisa siniestra.

Miro para los lados, busco a Benedict. No lo encuentro. Dijo que se iba. Discutimos antes de que se fuera.

El hombre me agarra por la muñeca, me zafo, y vuelve hacerlo. Maldigo al alcohol. El sujeto que me agarra las caderas, me empuja. Siento su erección en el trasero y me muevo nerviosa.

El pecho se me hincha, Las piernas me flaquean. No puedo luchar. Estoy indefensa, vulnerable. La presión, el miedo, me amenazan con desmayarme, ¿O es el pañuelo que me han puesto en la boca? No lo sé, pero me deja incomunicada con la realidad.

Se lo que va a pasar ahora.

Una lágrima recorre mis mejillas.

Salimos del local. El asfalto me roza los pies, los tacones han desaparecido en la discoteca. Quiero gritar. Quiero revolverme, escapar de las cuatros manos que me tocan. Que me recorren las partes íntimas sin ningún pudor.

La impotencia, me hace ser consiente.

Tengo miedo; de morir, de desaparecer sin rastro, de hacer daño a mis seres queridos.

Tengo frio.

El suelo se vuelve áspero, y la poca luz que iluminaba el camino, desaparece.

Estamos en un callejón sin salida,

Oigo más voces. Una, dos, tres, cuatro, cinco y seis....

—Habéis tardado mucho.

—Está casi inconsciente, el sedante ha hecho efecto.

Un hombre se aproxima, me acaricia las caderas y besa mis labios.

Entre abro los ojos, y le escupo.

Me pega una bofetada en la mejilla. Mi cuerpo se tabalea, y caigo al suelo.

—Ha sacado el carácter de su padre, la zorra.

¿Mi padre?

—Vamos hacérselo pagar.

El sonido metálico de las braguetas me eriza la piel. Saco el valor para llorar, chillo desesperadamente, pero nada coherente sale de mi boca. Me ahogo en el suelo.

Rasgan mi ropa. El vestido cae, y con él, mis esperanzas.

Me ponen un pañuelo en la boca.

Dejo de pensar.

Mi cuerpo hace un esfuerzo por huir. Pero en realidad no me muevo, es mi cabeza la que da vueltas.

Me incorporan, lo noto.

Mis rodillas desnudas se clavan en las piedras del suelo, lo noto.

Mi alma se rompe, lo noto.

Derrocho un mar por los ojos. Siento dolor, físico y mental. Y el no poder hacer nada, me apuñala el alma.

Estoy lo suficientemente lucida como para saber lo que están haciendo. Mi sistema nervioso roza sus límites, pero mi corazón no se para. Aguanta el dolor, el desprecio, por muy fuere que sea, lo aguanta.

Siento el roce de sus manos. Unas en mis pechos, otras en mi boca. Utilizan cada rincón de mi cuerpo, para su placer.

Tienen que sujetarme, porque me caigo.

Amantes DesesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora